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viernes, 29 de julio de 2011
Al día siguiente, en la escuela, mi novia faltó otra vez. Le pregunté a Remi si Adriana estaba mejor. Me dijo que sí, pero que iba a faltar posiblemente, un día o dos más. Me recosté en la pared del pasillo, a unos metros del lugar donde hablaba con Remi, con la cabeza gacha. Me puse un poco triste porque, aparte de estar enferma, ella había recibido una noticia por parte mía, la cual ni siquiera yo mismo sabía si era buena o mala.

Remi me sacó de la duda cuando sacó del bolsillo de su camisa un pequeño papel doblado. Estiró su mano y lo depositó en la mía. El papel rezaba “Adriana” y, antes de poder preguntar algo, Remi me dijo “Mejor te dejo solo” y partió, subiendo las escaleras. Intuí, entonces, que era una carta.


“Hola:

Bueno… Sólo te quería decir que eres muy especial para mí. Me gustas mucho, mucho más de lo que piensas y, aunque sepa que aún sientes algo por Karla, no me importa porque ahora sé que me quieres a mí. Tal vez no tanto como a ella, pero espero que siempre me guardes a un ladito de tu corazón ¿No? Espero que nunca me olvides.

Espero que nunca perdamos la confianza que tenemos. Deberíamos contarnos todo, todo, tooodo… Es mejor que nosotros nos contemos las cosas que enterarse por otros.

Cuando termines de leer esta carta, dile a Remi que te dé “eso”, él ya sabe qué es. Y te lo envío porque me encanta y quiero que tengas algo que a mí me gusta.

Espero que siempre te acuerdes de mí y no sólo cuando leas esta carta ¿Ok?

Pásala lindo. Te quiero mucho…

                                                                                         Adriana.


Pd: Espero verte pronto”


-          Es una gran chica – pensé – es muy comprensiva y me está dando una oportunidad – me dije.

Alcancé a Remi, un piso más arriba, para pedirle “eso”. Él abrió su mochila y me dio un peluche de un conejo con las orejas inmensas y caídas, algo cachetón y con las patas enormes.

-          Es un conejo de peluche – dije.
-          Y de los feos – intervino Remi, en un tono algo burlón.
-          Nah, a mí me gusta – le miré con un poco de recelo mientras guardaba el peluche en mi mochila – Habla, ¿Después de clases nos echamos una partida de Gunbound?
-          Te estás enviciando con eso ¿No? A mí no me vacila tanto.
-          Ya fue, pues… Vamos ya a clases que se hace tarde…

En el recreo le mostré el peluche a Alicia y a Stephanie. Les pregunté, también, un poco del pasado de Adriana, ya que me había dado cuenta que tampoco conocía mucho de ella. Me contaron que antes había estado con un tal Jimmy, quien había terminado la escuela el año pasado y que, justo antes de conocerme, también había estado con un tal Héctor, quien se había retirado del colegio.


Cuando la conocí, no sabía que los recuerdos importaban tanto

1 comentarios:

l dijo...

tonto