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lunes, 21 de octubre de 2013
    No —Zaira me miraba con el ceño fruncido— No digas eso.
    No ha sido tu culpa —Cindy me miró, compasiva— Tú no tenías idea.
    Pero no tiene nada de malo comer helado —mis ojos viajaron de Zaira a Cindy, y luego de vuelta, a toda velocidad.
    No creo que nos corresponda a nosotras contarte.
    Además, ahí viene Sara…
Sara salió del baño del restaurante y caminó hacia nuestra mesa. Supe, sí, que el motivo de la tristeza de Sany no era yo, sino el helado. Sólo faltaba descubrir qué pasaje sombrío representaba para ella.

Las lunas pasaron y la incertidumbre creció. ¿Cómo preguntarle a Sany algo tan delicado? Bueno… al menos parecía delicado. Pensé.
Salía con Sara y, la verdad, no podía concentrarme en lo feliz que éramos porque el helado hacía explotar mi cerebro como una aguja a un globo.
    ¿Te sientes bien, Joseph? —me preguntó Sany cuando me despedí de ella— Has estado raro todo el día.
    No es nada —respondí. Me rasqué el mentón—. Me preguntaba cómo le hacías para ser tan bonita.
Ella sonreía. Siempre lo hacía; la bufoncita era una chica muy feliz, a decir verdad. Salvo, claro, cuando estaba ante la presencia de un helado… incluso ante la mención de alguno.
«¡Lo tengo!» —pensé.
    Madre, ¿Por qué no invitas a Sany a almorzar?
Ella dejó de sazonar la comida y me miró, algo extrañada. Giró la cabeza como si no entendiese de qué le hablaba.
    ¿Sany? ¿Quién es?
    Sany… Sara.
    ¡Ah! —respondió. Volvió a sazonar la comida luego de probarla con una cuchara— ¿Es tu enamorada, no?
    Sí —levanté las cejas. Recordé que mi mamá no conocía a Sany; se la había mencionado un par de veces, pero nunca la había visto… ni siquiera cuando vino a San Miguel —. Sería una buena oportunidad para conocerla —agregué.
    Claro. Este viernes que venga a la casa.
    Vale —caminé hacia la puerta de la cocina y, luego, fingiendo recordar algo, regresé sobre mis pasos—. Mamá, Si no es molestia… ¿Podrías darnos helado de postre?
Esa noche quería hablar con Sany para quedar, pero no entraba. Decidí entrar a Neopia (así se llama el mundo de Neopets) para distraerme un rato. Ya tenía cerca de una semana sin entrar y, aunque mis neopets nunca se morían de inanición (nunca supe por qué), extrañaba hablar con la gente de los foros.

xxchokoboxx
Tema: Alguien vende FQD?
1337 R3st0ck3r
Busco FQD, me falta el avy…
No kiero lend… quiero el plush.

crazy_veri
RE: ¿Alguien vende FQD?
Artista temperamental
xoko!  rocko_cono creo que tiene =)
pero para col... creo que pide tip tb… no c si lo venda. Mira en el TP igual


xxhansitoxx
RE: ¿Alguien vende FQD?
¡No soy NOOB!
compralo en la HT… tb da avy, ¿no?

lionheart_katana
RE: ¿Alguien vende FQD?
1337 R3st0ck3r
BUMP, sir ^_^

Nunca decidí qué era más increíble; la cantidad de jergas que existía en Neopets, o que pueda entenderlas todas.
Sara entró al MSN. El siguiente viernes, ella vendría a San Miguel. Hablamos muy tarde. Se hizo de madrugada, incluso.
fran_castro
Tema: Sala de espera para el conde
Devorador de calcetines
dos horas…
te esperamos, conde =K

Yoraulitox
RE: Sala de espera para el conde
o_O
tengo sueño

xxchokoboxx
RE: Sala de espera para el conde
1337 R3st0ck3r
**se sirve una taza de café**
kieren?




Cuando la conocí, no sabía que las influencias eran tan poderosas
viernes, 18 de octubre de 2013
Todo mejoraba, sí señor. Esa misma noche, Sany se convirtió en mi novia. Fue tierno, lindo, bonito y hasta algo cursi; nos miramos sin decir nada mientras nos tocábamos el rostro como si fuésemos una adivina tratando de descubrir el futuro en una bola de cristal… al menos por mi parte, quería asegurarme que la chica que tenía en frente era de verdad. Pasamos ahí un buen rato. Yo no sabía si Sara pensaba lo mismo que yo; tal vez sólo me imitó y no tenía idea de qué decir.
Al final, fui yo quien rompió el hielo cuando le dije que no me esperaba que fuese tan bonita en la vida real. Ella sonrió y, hasta yo sabía, la sonrisa es la mejor manera de saber que vas por un buen camino. Los hechos no dejarán que mienta, pues a los pocos minutos (aunque pudieron ser horas, para mí pasó casi al instante… tal vez porque adoraba verla) un beso me lo confirmó.
Otra cosa que me alegraba era lo cerca que estaba el día para que el colegio se aleje de mí. Faltaba poco menos de medio año. Hey, a esa edad, era lo que más quería.
Cada viernes, después de clases, corría a mi casa. Mi madre tenía el almuerzo en la mesa y, con la misma prisa que tenía al comer, salía disparado, luego de cambiarme de ropa, hacia el paradero más cercano de la avenida de La Marina. Casi un mes después, me enteré que podía llegar hasta la casa de Sany con un solo carro. Antes tomaba dos, o hasta tres, micros para poder llegar hasta la avenida El Sol.

Conocí a las dos mejores amigas de Sany; Cindy y Zaira. Con la primera, una chica de anteojos y semblante despreocupado, la amistad era más cercana debido a que vivía a escasas cuadras de la casa de mi novia. Zaira, por otro lado, vivía en Chorrillos; cómo son las cosas… no había pasado más de un mes desde que me enteré de la existencia de Surco y, al conocer a Zaira, descubrí que también existía algún distrito llamado «Chorrillos».

Los días viernes me hacían conocer Surco, de la mano de Sany, entre risas y besos, por lo general, sabor de la cantidad de dulces que comíamos. Era, sí, un invierno muy dulce.
La relación con Sany era tierna y, al parecer, yo regresaba poco a poco a ser aquel chico que extrañaba: feliz, preocupado por mi pareja y alejado de pensamientos, y acciones, que podrían ser perjudiciales en la relación.
Me sentía estupendo al haber empezado una relación perfecta. Aunque los viernes, sin excepción, iba a Surco, cuando nuestros dos meses juntos, en octubre, se cumplieron, Sany fue hasta San Miguel para darme una sorpresa. No voy a comentarles sobre la cara de estúpido que tuve cuando Remi me llevó a Plaza San Miguel para, sin que yo tenga idea, vea a mi novia.
    Amor —le dije, tras pasear por las tiendas del centro comercial—, vamos a comer algo rico.
    ¿Algo como qué? —su mirada se encontró con la mía en una melosa onda invisible de amor sincero. Sus labios formaban una media luna que me derretía poco a poco.
    ¡Helado! —respondí, devolviendo la sonrisa sincera— ¡Vamos a comer Helado!
La sonrisa de Sany se degeneró en una mueca de asco y, luego, de miedo. En esos momentos no tenía ni la más mínima idea de cómo algo como el helado podría causar una reacción como aquella en alguien. Sí, era invierno, pero, personalmente, el helado era una de las cosas más ricas del mundo. No, no era por el helado… pensé que podría haber dicho algo que la incomode, pero no lo recordaba.
La gente caminaba de un lugar a otro, frenética y desesperada mientras veían las vitrinas y escaparates de las tiendas. Algunos niños reían y gritaban ante un hombre disfrazado de algún personaje de dibujos animados. También, me pareció, que un bebé lloraba, quién sabe por qué… pero, para mí, todo eso no existía. Luego de ver la desfigurada expresión de mi novia, el tiempo se detuvo; las personas dejaron de andar y los niños dejaron de emitir sonido alguno. Sólo oía la voz de Sany, sólo ella se movía y sólo ella era foco para cada uno de mis sentidos.
    No —dijo— No quiero comer helado.
Sany tenía la cabeza gacha. La proposición, por alguna razón, le había afectado. Esa noche me acosté con una avalancha de incógnitas mentales que me quitaron el sueño ¿Habré dicho algo malo? ¿O, por otro lado, era por culpa del helado? ¿Qué de malo tiene el helado? ¿O qué de malo tengo yo? ¿O mis proposiciones? ¿Sany se habría molestado conmigo? ¿Las cosas seguirían igual? ¿Qué la había puesto triste?

Me acosté muy tarde. Tuve un sueño que no recuerdo, pero sé que había helado en él.


Cuando la conocí, no sabía que las influencias eran tan poderosas
martes, 15 de octubre de 2013
Veinte mintos después me encontraba sobre un puente; por debajo una especie de sanjón que se extendía hasta donde mi vista se perdía. Según un hombre de bigotes, ese sanjón era la Vía Expresa. Lo extraño era que no veía un solo micro pasar por ahí... tal vez debería buscar…

    Tienes que caminar unas tres cuadras y tomar los que pasan por encima de la Vía Expresa.
    Gracias.

Mi sombra era inmensa; el sol ya amenazaba con ocultarse cuando llegué a un paradero.

    ¿Tomás Marsano?
    Óvalo Higuereta, voy.
    ¿Eso está cerca?
    Eso cruza Tomás Marsano.

No necesité más. Subí al micro y me acomodé en un asiento, no sin antes, claro, pedirle al cobrador que me avise cuando lleguemos al óvalo.

_| () $ 3 p |-|  dice:
oye sanyta
(*) - Sany - (*) dice:
dime
_| () $ 3 p |-|  dice:
mi mama me manda a comprar
(*) - Sany - (*) dice:
yap
_| () $ 3 p |-|  dice:
no m demoro si?
(*) - Sany - (*) dice:
te espero =)

Cuando cayó la noche, llegué al óvalo Higuereta. Yo había estado por ahí en algún momento de mi vida... ¡Estaba en Miraflores! Un cartel verde, justo a la entrada del óvalo, me indicó que estaba en la cuadra treinta de la avenida Benavides... mi dentista estaba en la cuadra cuatro.
Rodeé el óvalo  y mi rostro se iluminó cuando vi, por fin, el cartel verde que decía «Tomás Marsano». Sin pensarlo dos veces, corrí hacia el paradero más cercano y subí a la primera combi que vi. Claro, antes me aseguré que el cobrador gritase «Todo Marsano».
    Me avisas en la avenida el Sol —le pedí al cobrador cuando le pagué el pasaje, cinco minutos después—, por favor.
    Oe —respondió el hombre de camisa abierta que cobraba—, eso está para el otro lado… tienes que tomar el carro al frente, al frente.
Lo mismo me pasó hacía varias horas con la Vía Expresa… La segunda vez en el mismo día que cometía un error de dirección… no importaba. Llegué al paradero y, esta vez, ya estaba seguro de llegar a mi destino.
    ¿Vas por el Sol?
    Cruzo el Sol, ¿Vas?
Quince minutos vi la oscuridad de la calle. Luego de preguntarme si el sitio donde bajaría era seguro, el cobrador gritó «Bajan el Sol». Fue entonces que recé porque no me roben, o maten, al bajar de la combi.
Un restaurante frente a un parque. Fue lo primero que vi. Atrás de mí había una cosa extraña; una especie de puente gigante que terminaba más allá de donde mi vista podía esforzarse por ver… era la primera vez en mi vida que veía esa cosa. Tiempo después supe lo despreocupado e ignorante que era… la cosa esa era las vías donde, casi diez años después, funcionaría el tren eléctrico de Lima. Dicho sea de paso, poco más de un par de décadas atrás, un presidente fue el que inició el proyecto… pero como era Perú, lo dejó inconcluso.
Caminé por la avenida el Sol; no se veía peligros alrededor, así que seguí mi camino con más tranquilidad. Sonreí.
Tras un par de cuadras paré. ¿Hacia dónde demonios me dirigía? No tenía la más mínima idea de la dirección de la casa de Sara.
Di la vuelta a una calle y entré a una cabina de internet. Pedí una máquina por quince minutos… «Por favor, que Sara esté conectada, por favor, por favor…» —pensé.

_| () $ 3 p |-|  dice:
ola!
(*) - Sany - (*) dice:
xokobito!
_| () $ 3 p |-|  dice:
regrese =D
(*) - Sany - (*) dice:
demoraste muxo
_| () $ 3 p |-|  dice:
oye sanyta
(*) - Sany - (*) dice:
dime
_| () $ 3 p |-|  dice:
m extrañast?
(*) - Sany - (*) dice:
claro!
pense k ia no venias L
_| () $ 3 p |-|  dice:
bufoncita!
no t preocupes
(*) - Sany - (*) dice:
k?
_| () $ 3 p |-|  dice:
voy a compensarle todo cuando nos veamos
si? J
t lo prometo
(*) - Sany - (*) dice:
siiii
espero ese momento con ansias *-*
_| () $ 3 p |-|  dice:
sera lo antes posible, sany
(*) - Sany - (*) dice:
pero kuando?
_| () $ 3 p |-|  dice:
pues… t parec bien en 5 minutos?
(*) - Sany - (*) dice:
eh?....
_| () $ 3 p |-|  dice:
eso…
que nos veamos en cinco minutos :D
(*) - Sany - (*) dice:
o_____O
dnde estas? o_O
_| () $ 3 p |-|  dice:
pues a una cuadra de la avenida el sol

Imaginé la cara de Sany con los ojos abiertos y paralizada frente a la pantalla de su monitor, puesto que demoró unos minutos en responderme luego de una conversación muy fluida. Me dio las instrucciones para llegar a un parque que se encontraba a unas cinco cuadras de donde yo estaba.
    Camina por la avenida el Sol para el lado contrario de Marsano y, pasando el mercado, verás un parque. Luego ve a la segunda banca del camino que empieza por la derecha – me repetí en voz alta mientras caminaba por la avenida el Sol.
Caminé, pasé el mercadito y vi el parque. Tomé el camino de la derecha y, en la segunda banca había una pareja en lo mejor de un beso… pero ninguna de las dos personas era Sany.
    ¡Chokobito!
Di la vuelta y ahí estaba ella, sonriéndome. Sólo la había visto por fotos y, wow, en persona se veía muchísimo más linda. «Las fotos» —pensé— «capturan un momento en la extensa vida de una persona, pero muy pocas veces tenemos la dicha de conocer el movimiento de aquella persona». Estaba feliz de poder ver a Sany en movimiento.
    Hola.

    Ho… hola.



Cuando la conocí, no sabía que las influencias eran poderosas
viernes, 11 de octubre de 2013
Agosto amenazaba con llegar y, junto a él, las clases estaban muy cerca, otra vez. Cada día que pasaba, mis horas volaban en el messenger junto a Sany y en la web de Neopets. Otro punto a favor de Neopets era que no tenía que abrir una aplicación que me ocuparía toda la pantalla; ya que era una página web, podía hacer muchas otras cosas en la computadora al mismo tiempo.

Cuando era más pequeño, pertenecía a un grupo scout. Iba, religiosamente, todos los sábados a realizar diferentes actividades. Después de mucho tiempo, me llamaron; iban a realizar una fiesta y yo estaba invitado... uhm... me pidieron que ayude a acomodar las cosas de la casa al día siguiente. Después de una fiesta suelen haber estragos. No sé si era un honor el ser invitado o un favor el tener que ayudar... la verdad, nuca me gustaron las fiestas... pero vería gente de mi grupo scout que no veía hace tiempo.

El día de la fiesta, por la tarde, ideé un plan.

    Madre, ya me voy.
    Pero son las cuatro y media de la tarde...
    Como te dije, voy a ayudar a arreglar las cosas – añadí –. Ahorita tenemos que ver el tema de las luces y acomodar los sofás para que haya espacio en la sala.
    Está bien, hijo. No vienes hasta mañana ¿Verdad?
    Como al medio día, más o menos.
    Cuídate mucho.
    Tú también

Tras mentirle a mi madre, salí de casa con trote apurado. Si quería llegar a la fiesta, iba a tener que hacer todo a la velocidad de la luz. Sí, tenia que acomodar las cosas en la casa, pero después de la fiesta. Los arreglos a priori no sé de quién eran  responsabilidad.

Llegué a la avenida de la Marina. Ahora sólo era cuestión de recordar la conversación que había tenido con Sany antes de hablar con mi madre.

_| () $ 3 p |-|  dice:
Surco esta muy lejos.
(*) - Sany - (*) dice:
a mi me queda cerquita ^_^
_| () $ 3 p |-|  dice:
xq vives ai pues
(*) - Sany - (*) dice:
sip por la avenida el sol
_| () $ 3 p |-|  dice:
ni idea de donde es eso...
(*) - Sany - (*) dice:
queda por tomas marsano... esa avenida es conocida

¿Cómo no podía recordar el nombre de la avenida esa...? ¿Manzana...? ¿Manzanero...? Era algo con manzanas... estaba seguro... tal vez sería más atinado preguntar por la avenida el Sol.

    Nada, chibolo.
    Queda por otra calle... manzanero... o algo así
    No sé, loco.

Era la quinta vez que un cobrador me decía que no conocía ni el Sol... ni la avenida de las manzanitas... tal vez simplemente pueda ir a Surco y buscar; ¿Qué tan grande podría ser Surco? Rezaba porque no lo fuera mucho.

Paré una combi que tenía «Surco» en el cartel. El cobrador me podría dar referencias... después de todo, iba a Surco ¿No?

    Disculpa —le dije al hombre de aspecto descuidado— ¿Sabes dónde queda una calle...?
    ¿Cuál?
    Algo así... como «manzanero»...
    ¿Marsano?
    ¡Eso!
    Cruza Surquillo, Surco y llega hasta San Juan.
    Yo quiero ir a Surco ¿Vas?
    Nada, loco —me dijo—. Y creo que por aquí no hay carro directo... tendrás que tomar dos. Te llevo a Surco, habla.
    ¿Por qué parte pasas? —pregunté, no sé por qué... recién ese día me había enterado de que existía un distrito llamado Surco...
    ¡Ya está en verde, nos vamos! - gritó el chofer, desde su asiento
    Habla, ¿Vas o no?
    No... no —respondí. Estar en cualquier lugar de Surco era casi lo mismo que estar en San Miguel... iba a estar perdido. Al menos, sí conozco mi distrito.

El auto arrancó, pero al menos ya sabía el nombre de la calle, «Marsano». Me aventuré con un micro de techo bajo.

—Hola —le dije al cobrador— ¿Vas por Marsano?
    No —respondió—, pero puedo dejarte en Navarrete con Javier Prado. De ahí chapas carro a Marsano.
    Bueno —respondí, poco convencido.

Después de unos 25 minutos de viaje, estaba en Navarrete con Javier Prado, en el distrito de San Isidro. Para ese entonces, ignoraba que eso era San Isidro, que Navarrete existía (para mí, era la empresa que publicó mi álbum de Pokemon y de los Caballeros del zodiaco) y que Javier Prado era una de las avenidas más importantes de mi ciudad, si es que no es más importante.

_| () $ 3 p |-|  dice:
entonces algun día t visitare =)
(*) - Sany - (*) dice:
jejeje te esperare

La sorpresa debería salir bien. No tenía muchas referencias, era cierto.... pero una pequeña travesía nunca está de más si al final del camino hay una chica bonita esprando... bueno, no me esperaba, pero yo sabía que se alegraría de verme. Ahora estaba en Navarrete con Javier prado... no podía estar tan lejos... o quién sabe.

    Disculpe, señora —le hablé a una señora algo subida de peso— ¿Cómo puedo llegar a la avenida Marsano desde aquí?
    Uhm... estás algo lejos, hijo.
    Entonces... ¿Tomo un micro o algo así?
    Sería lo mejor. Pero de aquí no hay uno directo a Tomás Marsano, creo —añadió. Maldije, dentro de mí, al cobrador que me llevó hasta ahí sólo para cobrarme el pasaje. El enojo, sin embargo, el enojo desapareció rápidamente, ya que la señora me hizo recordar que el nombre del «Manzanero» era Tomás...
    ¿Entonces a dónde voy?
    Ve a la Vía Expresa... creo que ahí hay carros para Tomás Marsano.
    Está bien. Muchas gracias —dije. Con un gesto con la mano me despedí de ella y caminé por la avenida Javier Prado unos tres segundos. La señora volvió a hablarme
    Hijo...
    ¿Sí?
    La Vía Expresa está para el otro lado – señaló la larga pista que se encontraba tras ella —. Será mejor que tomes un micro... caminando te vas a demorar mucho.
    Vale. Muchas gracias —repetí. Caminé hacia donde su dedo apuntaba tres segundos antes.


No iba a tomar un micro. Ya había tomado uno y me sentía estafado. Caminaría... ¿Qué tan lejos podía ser?


Cuando la conocí, no sabía que las influencias eran poderosas
martes, 8 de octubre de 2013
En julio, las vacaciones de medio año, junto a mis 17 ños, ya eran una realidad. No había mucho que me animara en esos momentos... sentía, incluso, que el gunbound ya no era lo mismo; empecé a sentirlo muy monótono: entrar en una sala, esperar a que la sala se llene, jugar, disparar, morir, revivir, disparar, morir, revivir, disparar.... ganar, salir de la sala, entrar a otra... y de vuelta a empezar.

¿Cómo demonios había podido invertir  tanto tiempo de mi vida en un juego así? Lo jugaba desde hacía un año, más o menos, cuando estaba en amoríos con Adriana. Al final, al menos, había conocido a Sany, la bufoncita, gracias al juego. Nos agregamos al messenger para poder hablar mejor... no teníamos la necesidad de conectarnos al juego (que a veces tenía lag) para poder conversar.

(*) - Sany - (*) dice:
hola!
_| () $ 3 p |-|  dice:
=D bufoncita bonita (L)
holaaaa
(*) - Sany - (*) dice:
^____^
_| () $ 3 p |-|  dice:
hoy dia creo que no me conectaré al gb...
(*) - Sany - (*) dice:
x?
_| () $ 3 p |-|  dice:
no se... poco a poco dejo de verle el chiste
(*) - Sany - (*) dice:
ow =( te extrañare por ahi
_| () $ 3 p |-|  dice:
pero nos tenemos por msn al menos =)
(*) - Sany - (*) dice:
sip!

Supongo que es un poco obvio lo que sucedería a continuación; me pasó una o dos fotos, nos vimos por cámara web y, como es de esperar, me enamoré de sus negros cabellos y su boquita divina.

A mi favor, tenía la reciprocidad; ella estaba encantada conmigo... la verdad, apuesto no era; siempre despeinado, con un par de ojeras que día a día se hacían más grandes (gracias a las noches en vela por jugar) y un, recién, vello facial algo desigual por su indecisión sobre dónde crecer... supongo que tenía una personalidad divina.

El gunbound abandonaba mi vida cada día más, reemplazado por algo un poco más infantil: Neopets.

No estaba seguro del porqué de mi atracción «neopiana». Era una simple página web en HTML (lo que quiere decir que todo era estático, nada se movía en la pantalla), aunque, a su favor, podría decir que era la emulación de un mundo casi real. Tenía un banco, una oficina de empleos, una etación espacial, una arena de duelo... y cada parte del mundo estaba ambientada en algo diferente, como si cada zona fuese un mundo totalmente diferente; egipcios, montañas nevadas, bosques embrujados, castillos medievales, entre otros...

¿El objetivo del juego? No lo sé... tener millones de neopuntos y objetos carísimos, supongo... ¿Cómo lo jugabas? Pues... Si alguien recuerda los Tamagotchis, la idea era muy similar, pero, digámoslo así, a escala macro.

Lo extraño era que, con tantas cosas por hacer, la gente se reunía en los foros para hablar de cualquier cosa. Supongo que el diseño en HTML hacía que uno se aburra rápido... la verdad es que yo también pasaba la mayor parte del tiempo en el foro.

Me hice medianamente conocido en aquel foro... Ahí conocí a muchos usuarios que llegarían a ser grandes amigos en un futuro: fran_castro, crazy_jazz, hansitoxx, lionheart_katana, crazy_veri, yoraulitox, maquinadefruta, pablo_omega, cutica, rocko_cono, ninio_naranja, malenalomas y, quien se convertiría en mi mejor neo-amiga, rikkuestpedtare. Había muchas otras personas con las que hice amistad que, la verdad, no recuerdo en este momento... yo era, igual que en el gunbound, xxchokoboxx.


Creo que lo que me pegaba más a esto era que no tenías que estar al pendiente de tu nivel, como en gunbound. Con estar todo el día en el foro y darle de comer a tu bicho un par de veces al día, cobrar tus intereses en el banco y jugar por unos quince minutos algún juego simplón, era más que suficiente.  


Cuando la conocí, no sabía que las influencias eran poderosas