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lunes, 30 de mayo de 2011
No era posible que esto me pase. No era justo, no era justo, no era justo. ¿Qué tendría que hacer para que todo cambie? No odio a mi padre, no era su culpa, así haya sido él el emisario de la tragedia pues, aunque él no lo haya querido, era algo inevitable. Muy en el fondo de mí, sabía que esto pasaría pero, por ser tan débil, lo oculté. Tendría, entonces, que tragarme el miedo y afrontar las cosas como el hombre que soy. Sabía que esto no sólo me destruiría a mí, pero era necesario antes que sea más tarde.

Cuando se lo conté a Serge por el msn, él tampoco estaba seguro de la solución pero, al menos, era de gran ayuda ya que podía desfogarme con alguien totalmente externo al problema.

Joseph Villalta dice:
Y no sé que hacer…
Serge dice:
Sí que es algo complicado… ¿Por qué no hablaste antes? X.x
Joseph Villalta dice:
No sé… u.u
Serge dice:
¿Y no puedes hacer nada?
Joseph Villalta dice:
No creo…
Serge dice:
¡Pucha! Vas a tener que hablarlo cara a cara. No hay de otra
Joseph Villalta dice:
Lo peor es que me siento como un gran mentiroso =(
Serge dice:
No es tu culpa, tío… Uno no puede controlar eso a veces.
Joseph Villalta dice:
Yo debí haberlo controlado desde un principio
Serge dice:
¿Y qué haces lamentándolo ahorita? No debes llorar sobre la leche derramada, tío… Si no has hecho nada inteligente hasta este momento, pues… Ya es hora ¿No? ¡Mejor tarde que nunca! (Y)
Joseph Villalta dice:
Estás muy refranero hoy día…
Serge dice:
Jejeje…

Entonces debía poner en marcha lo que había decidido. Las cosas que no se solucionan de raíz, no tienen porque ser insolucionables después. Al día siguiente de mi conversación con Serge, estaba con Karla en una plaza frente a una iglesia gigante, había llegado el momento decisivo.

-          Oye… Pastorcita… - dudé.
-          ¿Sí?
-          Yo…
-          Dime – dijo, serena.
-          No, no… No es nada – suspiré, demostrando con obviedad que algo me torturaba.
-          ¿Tiene que ver con tus repentinos ataques en la madrugada? – tanteó.
-          Sí… Sí… - me atreví a decir.
-          ¿Ha vuelto a pasar?
-          No…
-          ¿Entonces?
-          O sea… Sï… - mentí – Otra vez tengo eso.
-          ¿Aún no sabes la razón?
-          Pues… - pensé en que podría inventar – yo… - dije.
-          ¿Es algo muy malo?
-          No sé…
-          No des más rodeos, borreguito – me tomó de las manos – si no me quieres contar simplemente no lo hagas – sonrió.
-          No es eso, pastorcita – ahora tendría un cargo de consciencia por mentirle – lo que pasa es que reprobé una materia en la escuela – mentí, muy descaradamente.
-          ¡Aish borreguito! – dijo, dejando de estar preocupada - ¡No es para tanto! Aunque… ¿Ahora tendrá que ir a la escuela en verano? – tomó un tono para regañarme con ternura - ¡Eso le pasa por no estudiar!

Me abrazó muy fuerte, diciendo que no era algo tan malo como para no querer contarlo, muchas personas que ella conocía habían llevado verano para nivelar algún curso reprobado en el año escolar.

Una lágrima corrió, presurosa, por mi mejilla mientras recostaba mi cabeza en su hombro al momento de abrazarnos. No me sentía bien mintiéndole, pero me tragué los sollozos para que no se de cuenta de mi sufrir.

Mi año escolar había terminado muy bien, no había reprobado ninguna materia. Pero no le había podido decir que, ahora que había terminado el cuarto año de secundaria, iba a regresar al Perú ya que mi vida, junto con la de mi familia, estaba ahí. La promesa que le hice diciendo que nunca nos separaremos, por segunda vez, se rompió.


Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto
sábado, 28 de mayo de 2011
El verano amenazaba con llegar fuerte este año. Los alumnos estudiaban más por los exámenes finales que estaban a la vuelta de la esquina para, luego, gozar de unas merecidas vacaciones de verano. Yo esperaba, también, terminar este año escolar pero, por alguna razón, había algo que no me dejaba estudiar en paz; tenía un presentimiento que me despertaba por las noches.

-          ¡Demonios! – grité, a las tres y media de la madrugada sentado en mi cama; me había despertado otra vez – Pero que demonios…

Pasaba cada par de días, un pensamiento que no podía identificar me despertaba en las noches. Sentía que algo malo pasaría, pero no estaba seguro. Tal vez me esté volviendo loco, tal vez sí pasaría algo malo.

-          Oye, pastorcita – le dije, dejando colar un leve tono de incomodidad, tras terminar de ver una película en su sala
-          Sí… Ya se que estas mantitas te dan calor – dijo y me abrazó – ¡Pero ver películas bajo una mantita, ambos echados en el sofá es lo mejor! – tras decir esto se recostó en mi pecho.
-          No, no – le dije, rascándole la cabeza – no se trata de la mantita…
-          ¿Es la película? A mí sí me gustó.
-          No… Es sólo que no me siento muy bien…
-          ¿Estás enfermo? – me dijo, levantando la mirada hacia mí.
-          No estoy seguro… Hay algo que no me deja dormir por las noches…
-          ¿Qué cosa? – parecía algo preocupada.
-          No sé – repliqué, confundido – siento que va a pasar algo malo…

En esos días, Karla estaba muy preocupada por mí. Al parecer ella lo relacionaba con mi salud pero yo estaba seguro que no se trataba de eso… Sentía que algo no agradable se aproximaba y no podía identificar que era. Estaba completamente seguro que no tenía que ver con mi salud. Tampoco tenía que ver con Karla, ya que si así fuese, no estaría buscando, junto conmigo, el motivo de mi preocupación.

-          En unas horas es mi primer examen… - le dije, medio dormido, a los fantasmas de mi consciencia que me despertaban, como de costumbre, cerca de las cuatro de la madrugada, el día en el cual los exámenes finales de la escuela empezaban - ¡Déjenme dormir!

Los exámenes pasaron casi volando. Al parecer, toda mi preocupación era por los exámenes finales, ya que al terminar mi último examen un día miércoles, me sentí feliz y aliviado de todo.

Llegaron las vacaciones de verano y tenía más tiempo para poder estar con Karla. Íbamos a pasar un verano genial junto.

-          ¿Y supiste qué era? – preguntó Karla, jugueteando con los tallarines usando su tenedor.
-          Pues… - dije, con la boca llena de salsa boloñesa – Al parecer todo este drama era por mis exámenes finales… Ahora que han terminado me siento más tranquilo.
-          ¿Y ya no te despiertas en las madrugadas?
-          No… Eso es lo que me hace pensar que sólo era por los exámenes… Ya no siento más preocupación por nada.
-          ¡Que bien, borreguito! – dijo, embarrándose los labios con la salsa roja gracias a los tallarines.
-          Y nada puede preocuparme ya que tenemos todo el verano para nosotros solos – concluí, limpiándole con una servilleta los labios rojos.

Después de varios días de empezadas las vacaciones, mi padre me felicitó por mis notas. Ahora sí podía sentir que todo era felicidad; una chica que me quiere, un padre feliz por mis buenas notas… Era más que suficiente para un chico de mi edad.

Salidas al parque, visitas al museo, cocinar en casa y almorzar juntos. Esta alegría no lograría alcanzar el mes ya que un par de semanas bastaron para que mis pensamientos cambiaran a un polo opuesto.

-          ¿Estás listo? – Me preguntó mi padre.
-          No... - dije - No...

Yo sabía que nunca estaría listo. Me di cuenta, entonces, de lo que estaba pasando. Los espectros mentales no volvieron a molestarme en las madrugadas, pero noté que cuando lo hicieron, no era por mis exámenes. Caí en cuenta, entonces, que el pastel se había volteado en mi contra y esas noches de preocupación fueron un trágico y fatídico preludio.


Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto
miércoles, 25 de mayo de 2011
Estábamos, más o menos a las once de la mañana, platicando, sentados cerca a la puerta de mi casa, sobre cual sería nuestra próxima salida juntos. Pero mi mente estaba en otro lado, mis ojos no podían dejar de posarse sobre la fachada de la casa de Karla, ahora vacía, esperando a que ambos entremos para liberar nuestra pasión.

La conversación seguía y yo, casi por inercia, respondía sin decir nada fuera de lugar. Casi no podía saber que estaba hablando ya que estaba concentrado en algo que, para mí, era mucho más importante.

-          ¿Pasa algo, borreguito? – preguntó Karla, al ver que perdí el hilo de la conversación y me perdía en mis pensamientos.
-          ¿Eh? – regresé a la tierra.
-          Preguntaba si podías esperarme un rato.
-          ¿Un rato?
-          Sip – dijo, sonriendo – debo ir a bañarme. Luego regreso para seguir platicando.

Justo en ese momento, atando cabos en mi cabeza, pensando a mil por hora, llegué a la conclusión que, tal vez, sabiendo que no había nadie en casa de Karla, lo que me acababa de decir podría ser una invitación para ir con ella y, ahí, en la soledad de su hogar, poder consumar nuestro amor de la manera más lasciva posible. Rogaba por que me pida que le acompañe. Tal vez esperaba que yo diese el primer paso.

-          ¿A bañarse, pastorcita? – Pregunte, muy interesado.
-          Sí, eso dije, borreguito – respondió con la sonrisa que nunca le abandonaba
-          Pues – pensé muy bien lo que iba a decir a continuación – yo podría acompañarle – concluí, algo excitado, ya que esta era la oportunidad que estaba esperando desde hacía mucho
-          ¿Acompañarme? – Parecía algo confundida
-          Pues, sí – dije – Vas a bañarte y yo puedo acompañarle.
-          ¡No borreguito! – alzó la voz – Cuando una pastorcita va a bañarse, los borreguitos buenos se quedan en el patio… Amarrados a un árbol – al decir lo último, parecía tomar un tono con el cual quisiera reprenderme.
-          Oh… - dije, casi susurrando, perdiendo todo el libido que invadía mi cuerpo – Vale, entonces esperaré a que vuelvas…
-          Está bien, borreguito – me dijo, regresando a su tono alegre – No me tardo, eh.
-          Nos vemos, pastorcita – le dije, agitando la mano mientras ella cruzaba a la acera del frente.

¿Cómo había podido ser tan estúpido? Todo el rato en el que estuve solo, esperando a Karla, me di cuenta lo egoísta que había sido todos estos días; pensaba sólo en lo rico que sería estar con ella, pero sin pensar en ella. No sabía si ella estaba lista para empezar algo o no, pero yo, estúpidamente, daba por sentado que sí y, más estúpidamente aún, buscaba una situación para poder lograr algo y, cuando esa situación llegó, hace poco más de 10 minutos pude, por fin, despertar con un bofetón mental por parte de Karla. A partir de este momento, con la ingle sin ningún tipo de estímulo, iba a concentrarme en la vida junto a ella sin preocuparme por cosas banales.

Con ese pensamiento en mente, viré la cabeza hacia la puerta de la casa de Karla ya que había escuchado un ruido. Ella ya había salido y estaba cruzando la pista. Casi instintivamente me paré y me apresuré a darle el encuentro.

-          ¡Pastorcita! – Grité, mientras corría con una sonrisa de oreja a oreja.
-          Borre… - Intentó decir, pero el abrazo que le di hizo que parara de hablar.

La abracé con más fuerza cada segundo que pasaba. Tanto que, por un momento, pensé que le asfixiaría, así que, sin dejar de tomarla entre mis brazos, alejé mi rostro para mirarle de frente. Me sentía tan feliz de estar con ella…

-          ¿Pasa algo, borreguito? – preguntó y, sentí, esta sería la última vez que lo haría sin que le mienta diciendo que no pasaba nada.
-          Sí, sí pasa algo – respondí, con una amplia sonrisa.
-          ¿Y qué es lo que pasa? – preguntó, algo confundida
-          Ahora me siento seguro de querer estar con usted toda mi vida.
-          ¿Antes no lo sentía? – parecía estar algo decepcionada.
-          Bueno… - dije, en voz baja – Siempre lo sentí pero, por ciertas tonterías pensaba tanto en lo feliz que yo era contigo… Que olvidé pensar en si usted estaba siendo feliz.
-          ¡Yo soy muy feliz contigo! – dijo, recuperando la felicidad.
-          Y me ocuparé en que siempre sea así, mi pastorcita.

Luego de eso, nos besamos.

Decidí no comentarle a Karla acerca de mi crisis mental en estas semanas, ya que carecían de importancia ahora.

Los días siguientes tuve un mejor semblante y parecíamos más unidos. En la escuela los mismos locos de siempre contaban sus experiencias en las bancas del patio. Yo, por mi parte, sabía que cuando llegue el día, no tendría necesidad de andar contando mis cosas ya que ese pequeño universo sería sólo de ambos.



Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto
lunes, 23 de mayo de 2011
Tal vez pueda proponérselo, después de todo es mi novia… Bueno, una novia sin etiquetas. Tal vez no me lo negaría ¿O sí? ¿Y si no estaba interesada? Ni siquiera sabía si yo estaba 100% seguro de quererlo… O tal vez sí. Lo último que quería era presionarla, pero sería tan bonito…

Los días pasaron muy distintos a los primeros en los que empecé a salir con Karla. Solía estar más callado y meditabundo, solía imaginar cosas y  a veces, aunque no quisiera, me perdía, lascivo, entre su piel que, a mi pesar, sólo existía en mi mente. Tal vez las cosas no serían tan fatales si es que, la mayoría de veces, no me perdiese en mi perversión justo mientras le miraba, midiendo cada centímetro de su cuerpo para no perder ningún detalle.

En la escuela, al parecer, un par de compañeros habían conseguido novia. No sé que tan en serio se toman ellos su relación pero, según lo que podía escuchar en las pláticas de varones, solían comparar, como en una competencia, sus experiencias sexuales. Sinceramente yo no pensaba que todo lo que contaban fuese real, incluso, pensaba, que tal vez ni novia tenían y, sinceramente, no quería ser parte de ese circo en el que usan a la persona, supuestamente, amada para ver quien puede más.

Yo no quería tener algo con Karla para andar contándolo a los cuatro vientos. Quería sentirle y tocarle porque estaba enamorado y sentía que la experiencia de estar con ella más cerca sería, sin lugar a dudas, mucho mejor que un privilegio. Me solía enfermar la gente que contaba sus cosas, reales o no, acerca de sus chicas, reales o no también. Algunos compañeros pensaban que buscaba algo con Karla sólo para ser de los que cuentan sus cosas mientras los demás miran con caras de idiotas esperando poder igualar esas hazañas. Pero eso no era cierto. Después de todo, si quisiera, podría inventar cualquier cosa y mis pláticas serían iguales o más interesantes que las de los demás, pero no tenía necesidad de ser el centro de atención a costa de la chica por la cual sentía tantas cosas bonitas.

-          Oye borreguito – me susurraba Karla, mientras daban los comerciales previos a la película, en el cine
-          Dime, pastorcita – contesté, dulcemente.
-          ¿Pasa algo, borreguito? – Esta pregunta había sido escudo de Karla en los últimos días.
-          ¿Algo?
-          Esta última semana te he notado un poquito raro
-          ¿Raro?
-          Como si no quisieras contarme algo – dijo, haciendo un puchero con el cual se le veía hermosa.
-          No, para nada ¿Por? – empecé a temblar un poco ya que ahora sabía que ella se había dado cuenta que algo ocultaba…
-          Estás más recatado conmigo… Siento que ya no me tienes la confianza de antes
-          ¡Al contrario, pastorcita! – dije, un poco alto para estar en un cine – Soy tan feliz contándole de todo… Después de todo, ¿Cómo no contarle cosas a la chica que me recordó el por qué de mi felicidad? Debe ser su imaginación.
-          Hazme creerte, borreguito – sonrió al decir esto - ¡Eres el mejor! – Volteó su cuerpo para abrazarme, aún sentada, y darme un beso muy tierno.

El resto de la película sólo podía pensar en lo que me había dicho Karla al principio. No es que yo quisiera ocultarle algo, pero tenía miedo de ser rechazado. Cuando salimos del cine, ese viernes, fue ella quien terminó, prácticamente, contándome lo que vimos ya que, gracias a mi cerebro, yo no le había tomado atención al film.

Esa noche, antes de ir a dormir lo decidí; decidí comentarle a Karla sobre mi interés por iniciar algo más en nuestra relación. Tal vez mañana mismo se lo diga o, tal vez, deba esperar la situación y actuar sin usar la palabra. La última opción me parecía mejor, no tendría que hablar y, suponía, un impulso se responde con otro impulso.

La mañana del sábado tuve la situación perfecta para aplicar mis pensamientos de la noche anterior y, como es lógico, iba a proceder sí o sí.

Los padres de Karla iban a salir todo el día y, por ende, Karla iba a estar sola hasta la noche y yo, planeaba, iba a pasarla con ella de la manera en la que había estado tramando desde hacía días. 



Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto
viernes, 20 de mayo de 2011
Hacía tiempo no me sentía tan feliz. No me faltaba nada, o al menos eso creía yo. Algunas veces los comentarios ajenos podrían hacerte pensar en cosas en las cuales, originalmente, no estabas interesando. Eso me pasó una mañana en la escuela.

-          Hey, wey – me habló Hugo, un compañero de curso, mientras esperábamos al profesor de turno - Y ya hiciste de todo con la chava ¿No?
-          ¡Sí! – dije, enérgico – Ya hemos salido a mil y un lugares.
-          No habla de eso, menso – intervino Pedro, otro compañero.
-          ¡Aaahh! – dije – Ya les entiendo… Pero no, aún no hemos llegado a eso.
-          Pero quieres, ¿Verdad?
-          No tengo muy buenas experiencias con eso… - repliqué, algo cabizbajo, recordando mi primera vez.
-          Eso no tiene nada que ver – interrumpió Pedro – Si yo tuviese novia lo haríamos a cada rato. Además, yo se que de querer quieres.
-          Como no tienes idea – respondí.

No tenía mucho apuro, sinceramente, por introducir una vida sexual a mi relación con Karla… Pero si se daba la oportunidad, iba a ser muy feliz. El problema era que mis compañeros de clase ya me habían metido el bicho de la curiosidad y las ganas en más de una conversación pero, pensaba, no iba a doblegar mi fuerza de voluntad. Planeaba esperar la oportunidad para llegar a algo más con Karla, no iba a buscarla. No mucho, al menos. O tal vez sí.

Sin contar mi pequeña pugna mental entre si Karla era mi novia o no, hacía tiempo, ya, que no me sentía confundido pero, aunque pasaba los días con Karla, mis noches eran solitarias conmigo mismo y sentía, tal vez por la edad, una inmensa necesidad de su piel rozando la mía de una manera un poco más que cariñosa; el libido que había estado dormido por ya bastante tiempo, exactamente desde mis primeras alucinaciones febriles hacía un poco más de dos años, había despertado esta vez pero, ahora, con mucha más fuerza. Si bien me había prometido a mí mismo no buscar una situación con Karla, desde hacía días ya, sentía que las caricias personales y los roses contra mi propia piel eran insuficientes.

La última semana de abril miraba a Karla con deseo de tenerle más cerca. Sus palabras me encantaban, sus abrazos me encendían y sus besos lograban cambios notorios en mi cuerpo. Muchas veces tenía que encontrar la manera de no ser tan obvio. Intentaba, por ejemplo, ponerme poleras largas para cubrir mi ingle, prefería estar sentado e, incluso, las veces que le abrazaba y besaba, cuando, gracias al abrazo, juntábamos nuestros cuerpos, procuraba girar la parte inferior de mí para que no sienta mis erecciones.

-          ¿Pasa algo, borreguito? – Preguntó Karla, al verme mirando el techo desde hacía ya mucho tiempo
-          Ah… - regresé en mí – No… Nada… Pensaba en una tarea de la escuela – mentí ya que, en verdad, imaginaba como sería hacerlo con ella.
-          ¿No vas a comer eso? – señaló el pastel bañado en leche condensada que había dejado de comer hacía ya varios minutos.
-          Sí, sí… Sólo me distraje con lo de mi tarea…

La fuente de sodas estaba casi vacía, salvo por nosotros dos y unos cuatro o cinco comensales que habían venido a tomar algo. Después de varios segundos sacudí mi cabeza e intenté comer, concentrado en mi comida y no en mi libido.

A los pocos segundos, una señora, ya de edad avanzada, cayó de bruces al suelo al no notar un pequeño escalón que se encontraba justo después de la puerta a unos 5 metros de Karla y de mí. Me paré para ayudarle pero, inmediatamente y casi por instinto, volví a tomar asiento. Un par de mozos que estaban cerca, pero no tanto como yo, corrieron para el auxilio de la viejecita. Llevaron a la señora a una mesa y uno de los mozos me miró con desaprobación al retirarse a la cocina.

-          ¿Pasa algo, borreguito? – Preguntó, por segunda vez, Karla.
-          ¿Algo como qué? – contesté, muy nervioso.
-          Pensé que ayudarías a la señora, incluso te paraste y todo…
-          ¡Ah…! Yo… Es que… - trabajé mi cerebro a revoluciones increíbles – Tengo la pierna acalambrada, al pararme se me acalambró – inventé.
-          ¡Pobrecito! – intentó pararse – A ver, borreguito – Estiró su mano para sobar mi pierna
-          ¡NO! – grité – Digo… No, no… No es para tanto… - bajé el tono de voz mientras bajaba la mirada en tono de arrepentimiento.

Al bajar la mirada pude ver que aún no había cesado. Luego de regresar a la realidad, tras mi pequeño pensamiento libidinoso, al mirar el pastel cubierto de leche condensada, las imágenes mentales volvieron cada vez más fuertes y, por más que hubiese querido ayudar a la señora a ponerse en pie, el bulto que mis jeans dejan notar, incluso hasta ahora, no es algo que deseara enseñar. Tendría mucha vergüenza si Karla me viera.

Me sentía muy mal por haberle gritado, pero no quería que piense que era un pervertido o algo así. Pude calmarme y, mi cuerpo, cesó en depravación, pudiendo regresar a su estado normal. Me disculpé con Karla, terminamos de comer nuestros postres y salimos a una recreativa. Nos pasamos el resto del día, y gran parte de la noche,  jugando el hockey de mesa, donde siempre ganaba, carreras en los simuladores de conducción, donde los resultados entre ambos eran muy parejos. También habíamos probado las máquinas de baile DDR(Dance Dance Revolution), donde, sinceramente, no era muy bueno y ella siempre terminaba destruyéndome. Tal vez algún día, pensaba, aprendería a jugar DDR, me divertía mucho. Incluso había visto que habían otras máquinas de baile llamadas PIU(Pump it up) con 5 botones en diagonal en el panel del suelo, a diferencia de los 4 en cruz que tenía el DDR pero, pensaba, si no podía con 4 botones… Menos iba a hacer con 5. 

En resumen, me di cuenta, esa noche, que todo dependía de mí. Podía dejar de pensar cosas fuera de lugar y concentrarme más en mis salidas con Karla. El problema era que, en la escuela, los alumnos cada día parecían más interesados en el tema sexual y, por ende, como era mis compañeros con los cuales solía pasar los recreos y con los cuales solía conversar en varias ocasiones, a veces yo mismo no dejaba de pensar en eso.


Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto
miércoles, 18 de mayo de 2011
Después de varios días no encontraba calma en mi mente…. Pero… ¿Qué más da si no era mi novia si ambos éramos felices? ¿Y si ella está esperando a se lo pregunte? ¿Y si lo hago y me rechaza? ¿Y si no lo hago y se molesta? Las dudas mentales nunca habían sido de ayuda ya que solían confundirme más y, en este momento, estaban destruyendo mi cerebro por dentro.

Decidí, varios días después, que las etiquetas eran lo de menos ya que una relación pura como la nuestra, no dependía de un rótulo que diga “Novios”, aunque aún dudaba.


Las caminatas regreso a casa eran maravillosas cuando estaba al lado de Karla. El tiempo pasaba rápido, no había, nunca, momentos tan largos para poder demostrarle mi amor. Un sábado, como de costumbre, estaba en su casa. Le estaba ayudando a desechar la ropa vieja, metiéndola en una canasta, para darle paso al nuevo guardarropa que vendría el día de mañana, domingo. Entre los pantalones y vestidos, pude encontrar una túnica mostaza de seda, la cual se me hacía muy rara a menos que pertenecieses a alguna secta religiosa o algo por el estilo.

-          Oye – llamé su atención, sosteniendo la túnica – ¿Y esto?
-           Aaaaawwww – exclamó con ternura – eso no lo botes.
-          ¿Qué es? – le pregunté, mientras ella se acercaba a una cómoda en la esquina de su habitación.
-          Mira, Joseph – dijo, sacando un álbum de fotos que se encontraba en un cajón - ¿Te gusta la navidad?
-          Bueno… – repliqué, recordando mi última navidad – Solía gustarme la navidad, pero esta última no fue la mejor…
-          Bueno… Supongo que no fue la mejor después de tu historia en el colegio.
-          No, pues – dije, sonriendo - Pero si no fuese por ese incidente, no estaría contigo ahorita – solté una carcajada – Fue lo mejor que me pudo haber pasado.
-          Eres un tonto – dijo, muy feliz – pero tienes toda la razón.
-          ¿A ti te gusta la navidad, Karla? – pregunté, sin dejar de sonreír.
-          A mí si me gusta – se sentó a mi lado y abrió el álbum cuando lo dijo – A ver – Buscó entre las hojas – ¡Mira! – exclamó, señalando una foto en la que ella vestía esa túnica mostaza siendo, junto con demás implementos, una pastora en una representación del nacimiento.
-          ¿Eso es una pastorela? – Pregunté.
-          Sip – dijo, sonriendo – Y yo era una pastora ahí.
-          Estás demasiado bonita…
-          Mientes – interrumpió, con las mejillas sonrojadas
-          No… Al contrario… Le tengo envidia a aquellas ovejas que estaban a su cuidado – bromeé.
-          ¡Hahahaha! – el álbum cayó al suelo gracias al movimiento corporal de Karla que causó su risa – Tú serías una oveja a la cual quisiera cuidar siempre.
-          Yo no quiero ser una oveja – dije, con voz seria.
-          ¿P…Po… Por qué? – titubeó, preguntando con algo de temor.
-          Porque las ovejas son femeninas – sonreí – ¡Yo sería un borrego!
-          ¡Tonto! – gritó, dándome una palmadita en el hombro – Me asustaste. Pensé que estarías molesto o algo así.
-          Hahahaha – reí – Pero una pastorcita siempre debe cuidar y perdonar a su borrego, eh. – me acerqué, colocando mi rostro justo al frente del suyo – así que tiene que soportarme – dije, sonriendo.
-          ¿Soportarte? Para mí es un placer, y, sí, siempre te cuidaré, mi borreguito. – dijo y, acto seguido, me dio un besito en los labios.

Esa noche, de vuelta en mi casa,  me di cuenta que podía descansar tranquilo y que, sin problemas, esa noche no la pasaría en vela pensando. Estaba clarísimo que no importaba si ella era mi novia o no. Cuando sientes algo tan bonito por una persona, las etiquetas son lo de menos. No quería atarla a nada, quería que ella fuese libre. Yo me sentía libre estando con ella y, sentía, mi libertad era ser un borrego enamorado de su pastorcita.

Las semanas se convirtieron en meses y, ya en abril, luego de algunas salidas al zoológico, varias salidas a parques de diversión y otras salidas al cine, sentía que no podía ser más feliz, sin duda alguna era un borrego enamorado.


Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto
lunes, 16 de mayo de 2011
Los días se juntaron para formar semanas, estos pasaron y decir que era el ser más feliz en el planeta, era minimizar lo que sentía al lado de Karla.

Todo era perfecto, estaba al lado de una chica preciosa que, estaba seguro, me quería tanto como yo a ella. Las cosas con su familia eran el contrario perfecto de “malo”, ya que tanto su padre como su madre me aceptaban por ser “un viejo amigo de la familia”. En la escuela las cosas no parecían darme la espalda ya que, si bien no conseguía los resultados óptimos, mis calificaciones eran aceptables. Con respecto a los amigos, tenía, sí, unos cuantos que eran buenos pero, claro, mil veces prefería la amistad de Serge y, en su momento, la de Adela. Es por eso que cuando tenía tiempo, me conectaba al Messenger y hablaba, mayormente, con Serge, quien estaba al tanto de mi vida en Puebla. Siempre le contaba las últimas novedades. Y, pues, sí que había novedades ahora.

Serge Serge Serge dice:
Tío, ¿Qué tal?
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
¡Hey! Bien, bien… ¿Cómo vas tú?
Serge Serge Serge dice:
Pues ahí, como siempre… ¿Alguna novedad?
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
Ni te imaginas xD
Serge Serge Serge dice:
¡Genial! Cuenta, cuenta =D
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
Pues… ¿Recuerdas que te conté de Karla Jiménez?
Serge Serge Serge dice:
¡Claro! Tu amor de infancia =D ¿Qué con ella?
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
Pues ya estamos saliendo y todo.
Serge Serge Serge dice:
¡Genial! ¿Ya ves que no todo es desgracia como pensabas en navidad?
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
Sí sí… Me siento muy feliz con Karla a mi lado ahora
Serge Serge Serge dice:
Yo me acuerdo que cuando entraste al colegio en segundo de primaria me mencionaste algo sobre ella… Lo raro es que tus historias de “Karla” pararon después de pocos meses… Por lo que pensé que toda esa historia era inventada jajajaja. Y, a menos que en este momento estés volviendo a inventar cosas, siempre me pareció raro que nunca la volvieras a mencionar… Y siempre que quería preguntarte sobre ella me olvidaba al instante…
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
A mí también me parece raro… Los recuerdos de ella no llegaron instantáneamente, tuvo que contarme acerca de nosotros y, fue entonces, cuando todo tuvo sentido otra vez. Me sentí muy feliz de estar a su lado, de no romper la promesa que hicimos cuando éramos niños… A mi parecer, inconcientemente, decidí olvidarla para no sufrir, o algo así…
Serge Serge Serge dice:
¡Sí sí sí! Recuerdo que te ponías muy triste cuando me hablabas de esa tal “Karla” cuando estábamos en segundo de primaria…
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
Pero eso ya no importa =D La cosa es que ahora no existe nada ni nadie que pueda destruir mi felicidad =)
Serge Serge Serge dice:
¡Claro! Eso es lo importante. Entonces, mi querido Joseph, al parecer, ahora, estás con novia… ¿Verdad?
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
¿Novia…?
Serge Serge Serge dice:
¡Claro! Si ya salen y todo
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
Me has hecho pensar en algo…
Serge Serge Serge dice:
¿Qué?
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
Bueno… Las cosas van muy bien con ella, pero…
Serge Serge Serge dice:
¿Pero…?
Joseph en Puebla. De vuelta a casa(Y) dice:
Nunca le pedí que fuese mi novia

Las ojeras que empecé a formar sobre mis pómulos eran, extrañamente, gracias a una pregunta ¿Karla Jiménez es mi novia? Según yo, ambos éramos muy felices juntos y nada podría malograr este microverso donde sólo cabíamos los dos. Lo extraño era que, aún sabiendo que la respuesta sería “Sí”, nunca me atrevía a mencionarle el tema a Karla, por miedo a un rechazo que, estaba seguro, nunca llegaría. Sólo me dedicaba a vivir los días más felices de mi vida con alguien por quien sentía que, pase lo que pase, no debía abandonar nunca en la vida.


Cuando la conocí, no sabía que  la distancia significaba tanto
viernes, 13 de mayo de 2011
Si todo salía según los planes, Joseph se quedaría para siempre en Puebla. Esa noche, aproximadamente a las tres de la madrugada, por mi ventana pude ver a un apurado Joseph cargando una mochila, corriendo a toda velocidad cruzando la acera. Bajé del segundo al primer piso sin hacer ruido y abrí la puerta, Joseph entró, subimos al segundo piso casi tan sigilosamente como yo había bajado y, según lo planeado, él viviría bajo mi cama para siempre. Si sus padres no encontraban a Joseph, no tendría que ir nunca a Perú.

A la mañana siguiente, mi padre entró precipitadamente a mi cuarto, estaba muy preocupado. Los padres de Joseph estaban en la sala, muy preocupados por que no lo encontraban por ningún lado y cuando me preguntaron si sabía algo sobre el paradero de Joseph, no sabía que hacer.

Joseph estaba durmiendo bajo mi cama, al lado de mis zapatos y no sabía si debía decir la verdad y dejar que él se vaya al Perú o, por el contrario, mentir y seguir con el plan para que se quede conmigo.

Los padres de Joseph estaban, al igual que el mío, muy a la expectativa de mi respuesta, yo era su mejor amiga y si él planeaba huir de casa o algo así… La primera persona a la que le contaría algo, sería a mí.

El silencio perpetuó la sala por varios segundos hasta que el padre de Joseph habló otra vez.

-          Karlita, por favor – dijo, dulcemente – no podemos perder tiempo, necesitamos saber si sabes algo del paradero de Joseph
-          … - aún no sabía que decir.
-          Karla, por favor – dijo la madre de Joseph, con intenciones de llorar.
-          Hija – intervino mi padre – Yo se que Joseph te confiaría algo como eso… Dinos algo por favor… Todos estamos muy preocupados.
-          Yo… - dudé.
-          Oigan – intervino la voz de mi madre desde la escalera – Miren lo que encontré mientras recogía la ropa sucia del cuarto de Karla – concluyó, jalando a un somnoliento Joseph, quien abrió los ojos como platos a ver a sus padres sentados en la sala.
-          Papa… Mamá… - Dijo, por fin, Joseph.

Luego del respectivo sermón que nos dieron por nuestra “travesura”, los enojos se olvidaron ya que, después de todo, no lo hicimos con maldad ni con ganas de molestar a nadie; sólo queríamos estar juntos.

Una pequeña reunión en casa de Joseph fue el preludio del adiós que ni él ni yo queríamos dar. En el aeropuerto nos dimos el abrazo más fuerte que, prometimos, sólo sería superado cuando nos volviésemos a ver. Observé a Joseph desaparecer en la multitud de personas pero, con ayuda de su padre quien lo cargó, sentándolo en sus hombros, pude aún ver como se despedía de mí muy feliz ya que, entendí, no era un adiós, era sólo un hasta luego.

Y después de tanto tiempo... El regresó.

El agua de la pileta acompañaba, como melodía, nuestro beso y las luces, tanto de la ciudad como las del cielo, parecían decir que este momento era, sí o sí, el principio de mi nueva vida.

-          Joseph… - dijo, luego de separar nuestros labios.
-          Disculpa… No quería forzar nada – dije, titubeando.
-          No te preocupes, no me has forzado a nada.
-          ¿No estás incómoda?
-          Yo… Yo esperaba esto.
-          ¿En serio?
-          Sí – se puso muy roja – no sabía que ibas a regresar, pero ahora que lo has hecho he amado este momento.
-          Ahora – tomé sus manos entre las mías, – Te prometo que nunca te voy a dejar.
-          Yo tampoco te dejaré nunca – dijo, recostando su cabeza en mí, haciendo que le abrace, muy fuerte, por detrás – Este abrazo si ha superado al último que nos dimos hace casi diez años.
-          Tendrás que acostumbrarte – le dije – Te los daré siempre. Después de todo eres la chica con la que estaré toda mi vida.
-          ¿Nunca te irás?
-          ¡Nunca!  - dije, firmemente – Este es mi hogar.


Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto