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miércoles, 13 de julio de 2011
Los recreos eran muy buenos ya que los pasaba con Adriana. Habíamos complementado muy bien. Aunque su lenguaje era muy coloquial para mi gusto, intenté acoplarme a él. Después de todo, casi todos en el colegio tenían ese estándar en su lenguaje. En clase, Remi parecía un poco más tolerante conmigo, era el único que me hablaba pero, aún, con un poco de distancia.

Empezando la segunda semana de clases en mi nuevo colegio, aún no tenía el texto de matemáticas ya que ni siquiera sabía cuál era.

-          Remi – dijo el profesor – Préstale tu libro a Villalta para que le saque fotocopia.
-          Está bien – respondió, con algo de desgano.

A la hora de la salida, Remi me prestó su libro de matemáticas y me pidió que se lo devuelva a más tardar en la noche ya que habían dejado tarea.

Cerca de las siete de la noche recién estaba caminando, muy apurado, hacia un sitio donde saquen fotocopias. Me había quedado toda la tarde en el cyber de Rafa explorando ese juego del que había escuchado hablar hacía ya varios días: Gumbound.

Ya no podía estar todos los días en el cyber de Rafa porque había empezado las clases. Iba algunos días a la semana y, lógicamente, ya no atendía y tenía que pagar para consumir. Esto último también hizo que mis idas hacia ese lugar disminuyan. Además, en un mes tendría un mejor plan de internet y ya podría estar en mi casa todo el día sin que me moleste nadie.

Cerca de las ocho y media de la noche estaba en la puerta de la casa de Remi, tocando el intercomunicador para devolverle su texto.

Después de casi un minuto de espera, contestó la voz de Adriana por el intercomunicador.

-          ¡Hola, chokobooooo!
-          Adri – respondí, feliz - ¿Está Remi?
-          Sí, claro. Le voy a decir que baje.

Me senté en el piso, recostado al lado de la puerta mientras esperaba. Cerca de cinco minutos después, la puerta a mi costado se abrió y pude ver a Remi. Cerró la puerta tras de él y me saludó.

-          ¡Hey! – exclamó mientras me estrechaba la mano.
-          Oye, gracias – le dije, entregándole su libro – llegando a mi casa haré la tarea.
-          ¿Sabes cómo hacer todo?
-          Supongo que sí... – respondí – he estado mirando los ejercicios camino a tu casa y no son tan difíciles. Aunque hay un par que no entiendo.
-          Lo mismo me pasó – me dijo, poniendo su mano sobre mi hombro – ahora, en clase, que veía el libro antes de dártelo, me di cuenta que había un problema que no entendí bien… Creo que era la dos…
-          ¡Pero si la dos es muy fácil! – hinché mi pecho – las que no entiendo son la cinco y la seis – bajé la mirada.
-          La cinco tiene su truco – susurró, mirando los ejercicios en el texto – la seis está regalada.
-          ¿Me las explicas?
-          Plef… - dejó colar entre sus labios, algo disgustado – No sé si tenga tiempo.
-          Vamos, vamos – le jalé de la chompa – y yo te explico la dos que está muy fácil.
-          Pues… - pensó unos cinco segundos – Tal vez si tenga algo de tiempo… Unos quince o veinte minutos.
-          ¡Más que suficiente!

Abrió nuevamente la puerta de su casa. Por un momento pensé que subiríamos hasta el cuarto piso donde él vivía para hacer los ejercicios, de paso que podía ver a Adriana un momento, pero no fue así. Pude ver, al asomarme dentro de la puerta de la fachada del edificio, un pasillo de aproximadamente cinco metros sirviendo de predecesor a una escalera no muy ancha, color grisácea, alumbrada tétricamente por las luces de los pasillos superiores.


Cuando la conocí, no sabía que los recuerdos importaban tanto

1 comentarios:

l dijo...

Gunbound (: