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lunes, 1 de agosto de 2011
Le pregunté a Remi sobre Jimmy y Héctor al volver a clases. Me comentó que Jimmy era un tipo rudo, de esos grandes y malos. Muy por contrario me hablo de Héctor como alguien totalmente opuesto: no muy alto y algo debilucho. Lo extraño fue que, cuando me habló de este último, lo hacía en un tono seco y con un aire de desagrado. Parecía que, por algún motivo, no se agradaban.

-          Es un idiota – respondió Remi después de preguntarle “¿Por qué te noto extraño cuando hablas de Héctor?
-          ¿Ha hecho algo malo?
-          Confórmate con lo que ya sabes.

Esa tarde de martes no pude ir a ver a Adriana. Al día siguiente tampoco fue al colegio, pero pude verle después de clase un momento. Adriana ya se sentía mejor, para el jueves ya estaría asistiendo a clases nuevamente.

El sábado que siguió, cerca de la quincena de octubre, fui a buscar a Adriana por la noche, pero no estaba. No había nadie en casa, más que Remi. Él me contó que su casa era un sitio muy raro… Lo más probable era que en ese sitio penaban.

Me relató algunas historias; los sonidos que se escuchaban por la noche y las sombras que entraban a los cuartos y luego desaparecían eran normales. Yo no era muy creyente de esas cosas, pero, ciertamente, cuando entraba a su casa sentía un ambiente algo extraño. Parecía que la casa hacía un esfuerzo por presionarte hacia el piso.

El domingo sí pude ver a Adriana y salimos a pasear. Le comenté que esta semana la había extrañado mucho, así que, hablando con Stephanie y Alicia me enteré un poco acerca de sus exs.

A ella no pareció importarle tanto el hecho de haber estado indagando un poco en su pasado.

-          Remi me dijo que Héctor era un idiota ¿Se pelearon o algo así?
-          Sí, se pelearon – me dijo – no podría decirte qué pasó exactamente, eso es cosa de Remi con él.
-          Bueno… - me resigné a seguir investigando por qué se llevaban tan mal.

La semana siguiente fue una muy divertida. Me gustaba el tiempo que pasaba con Adriana, me gustaba ella. Sentía que no había nada que podría separarnos.

Faltaba ya poco para terminar octubre y yo era muy feliz. Cerca de los últimos días, un domingo por la noche, estaba con Adriana en su casa, sentados en el sofá. Sus padres dormían y Remi no estaba.

Abrazaba a Adriana y mientras hablábamos comencé a sentir algo de frío. La abracé más fuerte pero el frío no paraba.

-          Qué raro… - le dije – Tengo frío.
-          Pero si todo está cerrado – Adriana miró alrededor – ni siquiera las ventanas están abiertas.
-          Ssshhh – la hice callar – escucha; suena algo desde la cocina.
-          ¡Mierda! – exclamó ella tras escuchar lo que parecía una sartén impactando contra el suelo – Tienes razón, Joseph. Empezó a hacer algo de frío – me dijo, muy asustada.
-          ¿Y eso qué…?
-          No lo sé.

Abracé a Adriana más fuerte, ella comenzó a temblar y, por un par de segundos, sentí la presencia de alguien justo a mi costado. Alguien me sopló al oído con un aliento frío. Adriana dejó de temblar.

-          Todo está bien – me dijo.
-          Qué… qué… qué demonios… - tartamudeé.
-          Tranquilo – me acarició la mejilla derecha – es mi abuelita.
-          ¿Abuelita?
-          Sí – sonrió – ha venido a visitarme y, al parecer, está feliz.
-          Nunca había sentido esto.

Casi salto del asiento cuando escuché, a lo lejos, un sonido agudo y algo extenso; el timbre había sonado.

Adriana me dijo, regresando de atender el intercomunicador, que iba a bajar un ratito. Le dije que le acompañaba pero me dijo que no. Me había quedado solo en la sala de la casa, mirando de un lado a otro, muy atento por si ocurría algo extraordinario como lo de hacía un par de minutos.

Unos diez minutos después, subió Adriana con la cabeza gacha.

-          ¿Qué pasó? – pregunté, sin levantarme del sofá.
-          Nada… Nada – respondió, con un aire de melancolía.
-          No puedes estar así por nada – me paré - ¿Te sientes bien?
-          No. Creo que me voy a enfermar otra vez.



Cuando la conocí, no sabía que los recuerdos importaban tanto

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