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viernes, 8 de julio de 2011
La caminata a la casa de Stephanie no fue mala. Muy por el contrario, me divertí hablando con Adriana, caminando tras la pareja de enamorados. Stephanie, de vez en cuando, disminuía el paso para poder conversar conmigo o con Adriana. Todos reíamos e intercambiábamos, muy fluidamente, palabras muy amicalmente. El único que no parecía muy contento era Remi, siempre caminando por delante, intentando evitar hablar con las chichas cuando ellas hablaban conmigo. Estaba empezando a creer que no le agradaba mucho.

A un par de días de empezar las clases, aún no sabía cuál iba a ser mi colegio pero, después de meterme en una conversación que tenían Remi y Adriana, deseé con todas mis fuerzas estar en el que ellos estaban con Stephanie.

Un día antes de mi primera clase, mi madre me hizo recuerdo que al día siguiente empezaba. Le pregunté, entonces, en qué colegio iba a estar.

Mi madre dijo que ya me había dicho en qué colegio iba a estudiar, yo no lo recordaba. Luego de hacerme recordar que mi próximo centro educativo iba a ser, literalmente, una casa de tres pisos a dos cuadras de mi casa, cruzando un parque, me fui a dormir.

El primer día de clases había llegado y, aunque estaba sólo a cinco minutos de mi casa, sabía que llegaría tarde. Estaba un tanto emocionado por conocer a las nuevas personas que serían mis compañeros… Tal vez esté con alguna chica bonita en mi salón.

Como era de esperarse, llegué con unos 20 minutos de retraso y con los zapatos sucios gracias al pasto recién regado en el parque que debía cruzar para llegar a la escuela. La casa, algo grande, de tres pisos se levantaba muy adornada, con pancartas y carteles de colores. Entré, pensando en que mi primer día iba a ser malo ya que, desde ahorita, estaba, ya, en tardanza.

Para mi suerte las clases no habían comenzado aún y algunos alumnos conversaban en el patio. Me acerqué a un grupo y pude oír las voces de unos alumnos hablando de un juego llamado Gumbound. Se me hacía extrañísimo no saber nada de este juego, prácticamente pasando gran parte de mi vida en un cyber café.

El timbre del colegio sonó y todos subieron a los salones. Intuí, entonces, que debía hacer lo mismo. Subí las escaleras, recordando que no tenía idea de dónde estaba mi aula.

Mientras subía las escaleras veía pequeños trazos con tiza en las puertas de las habitaciones, marcando el año escolar al que pertenecían. Cuando ya había llegado al tercer piso, no encontraba el salón que pertenecía a cuarto de secundaria. En ese momento alguien me tocó el hombro.  

-          ¡Hola! – dijo una voz de chica.
-          ¡Hey! – respondí, volteando – Stephanie, ¿Qué tal?
-          Primer día de clases del trimestre – respondió con una sonrisa – ¡Qué sorpresa que estés en este colegio!
-          Sí, lo mismo digo… No recordaba en que colegio estaba… - dije – Por cierto… ¿Dónde está cuarto de secundaria?
-          Arriba – movió su pulgar, de arriba hacia abajo, mirando hacia el techo.
-          ¿Pero que esto no tiene tres pisos nomás?

Me agarró el brazo y jaló hacia los pies de una escalera angosta a la derecha.

-          Es arriba – sonrió
-          ¿Hay salones en el techo?
-          ¡Sip!

Subimos hacia la planta superior y pude ver tres pequeños cuartos con tejados de calamina. Uno de ellos tenía, como en las plantas más bajas, una pinta con tiza que marcaba “Cuarto de secundaria”.

Al entrar, había tres chicos sentados en las carpetas.

-          Habla, causa, dijo el más alto.
-          Hola, hola – respondí, sin saber si debía fingir una sonrisa.


Cuando la conocí, no sabía que los recuerdos importaban tanto

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