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lunes, 11 de julio de 2011
El chico que me había saludado, con una expresión algo vaga, se desparramaba en la carpeta, con las piernas estiradas. Los otros no eran menos y, como el primero, estaban tirados, muy despreocupadamente, en sus respectivas carpetas.

-          Un nuevo, ya no está Yaritza – dijo, hacia los otros dos chicos, un muchacho cabezón y muy flaco – Sólo falta uno, ¿No?
-          Ajá... – Respondió el último – Yaritza viajó a Italia y en un rato viene el otro, creo. – Me miró – ¿Y tú cómo te llamas?
-          Joseph – respondí, algo parco.

Los tres chicos siguieron hablando entre ellos. Estaban hablando de gente que no conocía así que, luego de un par de minutos, me tumbé sobre mi carpeta para descansar. Mientras mis ojos cerrados luchaban por no hacer que me quede dormido, escuché los pasos de alguien entrar al aula. Escuché que los demás alumnos le saludaron así que levanté la cabeza para saludar al profesor de turno también. Acto seguido volví a recostarme, con mucha flojera. Después de algunos minutos, escuché los pasos del maestro dirigiéndose hacia la puerta para cerrarla. Escuché la voz de un chico gritando “¡Profe un momento!”, a lo que este la volvió a abrir, dejando entrar al chico que había llegado tarde.

-          Pase alumno – dijo el profesor.
-          ¡Ciérrele la puerta, profe! – escuché la voz de uno de los chicos que estaban conversando en sus carpetas, algunos metros a mi derecha.
-          Oe, quédate afuera nomás – dijo otro.
-          Para la próxima ven en pijama – le dijo el profesor a la persona recién llegada.

Las risas empezaron y sentí que alguien se había sentado a mi lado, así que levanté la cabeza. Con algo de flojera, pude ver al profesor arreglando unos papeles en su escritorio. Luego, al virar la cabeza hacia mi izquierda, me topé con una sorpresa muy grande.

-          ¿Tú…? – me miró, en una mezcla entre sorpresa y confusión
-          ¡Hey! ¡Hola! – sonreí, muy animado – Esta sí que es una sorpresa.
-          No sabía que estabas aquí.
-          Yo tampoco – dije – me enteré anoche.
-          Ni siquiera sabía que estabas en mi año.
-          Bueno… Así son las sorpresas – moví los ojos de un lado a otro, como vigilando que nadie escuche lo que iba a decir – Por cierto… Adriana también está aquí ¿Verdad?
-          En tercer año – dijo, con algo de desgano.
-          ¡Genial!
-          Alumnos, silencio – el profesor cortó las risas de los chicos y mi conversación – Vamos a empezar con la clase.

Al parecer sólo éramos cuatro personas en el salón. Esto se me hacía un poco raro ya que estaba acostumbrado a un número de, al menos, treinta, gracias a mi colegio anterior.

Remi estaba muy sorprendido de verme sentado a su lado derecho. Yo también lo estaba, pero en ese momento sólo podía pensar en una cosa; nada me importaba más que salir al recreo y ver a Adriana.



Cuando la conocí, no sabía que los recuerdos importaban tanto

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