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viernes, 1 de julio de 2011
Llegamos a un edificio en la esquina donde había una panadería en la planta baja. Remi detuvo el paso, así que intuí que vivía ahí. Estábamos a unas cuatro cuadras de mi casa.

-          ¿Aquí vives? – pregunté.
-          Sí… Bueno, ya sabes donde vivo así que…
-          ¿Qué timbre es? – interrumpí – mirando el grupo de timbres con intercomunicador.
-          4-B…
-          ¡Genial!

Creo que en ese momento me excedí un poco. Comencé a tocar el timbre de la casa de Remi como un loco. Cuando la voz de una señora contestó preguntando “¿Quién es?”, no dejé que Remi hablase.

-          Soy amigo de Remi, ¡Él está conmigo aquí!
-          ¿ Remi? – Preguntó la voz.
-          Sí, mamá, aquí estoy – respondió Remi, algo molesto.
-          Ya hijito, entra – dijo la señora, abriendo la puerta con, intuí, un botón en el intercomunicador, de los que suelen haber en la mayoría de edificios.
-          ¡Adiós, señora! – grité antes que cuelgue – ¡Cuídese!

Remi entró rápidamente a su casa y se colocó tras la puerta, cerrándola lentamente mientras me miraba, atento.

-          Adiós, tengo que comer y hacer cosas… - dijo.
-          ¡Cuídate! Te veo en el internet de Rafa en la próxima, pues – extendí la mano, esperando un apretón.

Remi dudó, pero luego de unos segundos extendió su mano, correspondiendo el apretón.

Regresé a mi casa pensando en que había hecho un nuevo amigo. Lo que aún no sabía es que, en verdad, le había causado una pésima primera impresión. Desde que empecé a descuidar mi vida, en general, comencé a ser un poco idiota y no me daba cuenta las veces que yo no era agradable.

Unos cuantos días después, estaba atendiendo en el cyber de Rafa y una chica muy bonita estaba sentada en la máquina número seis, justo al lado del baño. Debía encontrar la manera de hablarle, de llamar su atención al menos. Tal vez si entraba al baño podría inventar un tema de conversación, y si no, al menos sería una buena excusa para poder verla.

Un señor calvo entró al cyber y pidió una máquina, no muchas personas de tanta edad venían a estar en internet. Anoté en mi tabla la hora de llegada del viejo que acababa de entrar y me apresuré al baño.

Al pasar al lado de ella la volví a ver. Cuando entró al cyber me di cuenta que era bonita, sí, pero no tanto como la podía observar ahora. Quería que ese momento no acabe nunca. Era necesario congelar el tiempo y contemplarla por lo que me quedaba de vida. Había quedado casi sin movimiento al verla, había quedado hipnotizado por su belleza, había quedado lastimado ya que no me di cuenta de la pequeña grada en la entrada del baño y, por ende, me di un palmo de narices contra el suelo.

Mientras escuchaba la dulce risa de esa chica por la cual, si no estuviese tirado en el baño causándola, me derretiría, cerré, lentamente, la puerta del baño con mi pie derecho. Ahora estaba tirado en el piso del baño, inmóvil, pensando que no era más que un pobre idiota.

Ya era la segunda vez que causaba una mala impresión en la misma semana… Tal vez con Remi no importaba mucho, después de todo no había vuelto a verlo, pero con esta chica sí era importante. No había duda en que no era hábil con las primeras impresiones.


Cuando la conocí, no sabía que los recuerdos importaban tanto

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