¿Quieres ser amigo de Joseph también?

¿Cuántas personas han visitado a Joseph?

¡Visita a Joseph en Facebook también!

Con la tecnología de Blogger.
miércoles, 8 de junio de 2011
-          Dime, borreguito – pidió, algo preocupada.
-          No puedo – dije, con la cabeza gacha.
-          ¿Es, acaso, tan malo?
-          No sé…
Las pequeñas lágrimas que mojaban la entrada a la casa de Karla pronto fueron acompañadas, también, por las primeras gotas de lluvia que se precipitaban hacia nosotros. Sentía que sólo llovía por encima de mí. Tal vez, por segunda vez, como hacía ya unos años, el cielo lloraba  por mí.

-          Pastorcita…
-          ¿Sí, borreguito?
-          Tengo que contártelo pero… Dame tiempo para reunir valor. Tal vez más tarde.
-          Como se te haga mejor – me sobó la cabeza que aún estaba gacha – no quiero obligarte a nada, pero tampoco quiero verte así.

Comencé a temblar. Abracé a Karla mientras lloraba. Ella se veía muy calmada. Quería demostrarme, estaba seguro, que era fuerte, quería contagiarme sus ganas de no dejarse vencer, pero yo era muy débil.

Luego del abrazo, el cual esperaba que no terminara nunca, di media vuelta y crucé la pista, aún sin mirar a Karla. La lluvia había empezado a caer un poco más fuerte. El cielo estaba llorando mucho.

-          ¡Borreguito! – grito, desde la otra acera.

Volteé, esperando lo peor, tal vez un insulto o un “Estoy decepcionada”, pero lo que vi no lo esperaba. Karla Jiménez estaba con el rostro lleno de lágrimas, tenía los ojos inyectados y había comenzado a sollozar. Ella estaba siendo fuerte por los dos. Cuando vio que yo me quebré, se dio cuenta que ambos no podíamos estar igual. Por un momento, nuestra relación de a dos era sólo de uno ya que ella, a diferencia de mí, afrontó con valía aquel momento tenso pero, ahora que ya no estaba, ella mostró su preocupación así.

-          ¡Feliz cumpleaños, borreguito lindo! – gritó, con una sonrisa amplia, muy feliz aunque sus ojos rojos y su tez bañada en lágrimas querían decir otra cosa – ¡Recuerde que fui la primera en saludarle!

No respondí, pero, devolví la sonrisa que ella me dio aunque, también, con lágrimas en los ojos.

En mi cama sentí que las primeras horas de mi cumpleaños habían sido fatales. Tal vez más tarde las cosas mejoren y, cuando esté más tranquilo, podría hablar con Karla y contarle toda la verdad antes que me carcoma por dentro. Dormí y tuve un sueño más tranquilo.

Entonces, aunque la situación antes de regresar a casa no fue agradable, ahora me sentía obligado a no seguir ocultándolo y, aunque la idea me enfermaba, sabía que era lo mejor.

Dormí mejor que días anteriores.



Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto

2 comentarios:

Anónimo dijo...

SUPER CAMPEONES!

con amor

Akire :)

Alejandro Céspedes dijo...

No entiendo lo de super campeones, pero me ha dado risa.

Me ha gustado la sonrisa en lagrimas... es algo, extrañamente familiar.