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martes, 14 de junio de 2011
Un par de días después de mi cumpleaños aún no sabía nada de Karla. No me sentía muy bien desde aquel incidente y quería verla tanto… Además ya faltaban sólo tres días para regresar al Perú.

A sólo dos días de mi partida aún no tenía noticias de ella. Ya me había decidido a regresar al Perú. Triste y sabiendo que quedé mal con la chica que amo.

La mañana anterior a mi partida me armé de valor y toqué la puerta de su casa. Salió su madre a recibirme con una amplia sonrisa. Me invitó a pasar y, cuando me senté en el sillón de la sala, me preguntó, cambiando su semblante a uno un poco más serio, si yo sabía por qué Karla había estado tan decaída en estos días.

-          Es algo complicado, señora – le expliqué – ha sido todo por mi culpa…
-          ¿Cómo así? Ella estaba muy feliz de verte aquí en México. Además…
-          Vamos a regresar al Perú – le interrumpí – El día de mañana por la noche regresamos…
-          Así que es por eso – dijo, algo tajante – Con razón tampoco te he visto por la casa en estos días.
-          ¿Usted lo sabía?
-          Sí – dijo – recuerda que, al igual que mi esposo, soy muy amiga de tu padre. ¿Cómo no me lo va a contar?
-          Tiene razón – agaché la cabeza.
-          ¿Qué pasa, Joseph?
-          Señora… - estaba balbuceando – Yo no quería…
-          Yo sé, yo sé – puso su mano sobre mi hombro – algunas cosas no dependen de uno.

Por las escaleras bajó su padre, quien me vio y, al parecer, se alegró ya que hacía tiempo que no tenía noticia de mí. Le explicamos lo de Karla ya que él, al igual que la señora, estaba desconcertado por lo que le pasaba a su hija, quien no quería ni siquiera comer.

Los padres de Karla me guiaron hasta su habitación. Yo entré y, tras una vista rápida, me di cuenta que ella no estaba. Sus padres me contaron que fue a la casa de una prima menor a enseñarle un poco de historia para una práctica que tendría en un par de días, pero que ya había llamado y no tardaba en regresar. Ellos querían que hablara con su hija, y ya que yo les había comentado que no me daba el valor, se les ocurrió hacer que le espere en su pieza, así no tendría excusa para no verla.

Tras quedarme solo en el cuarto de Karla, después de la salida de sus padres, exploré mi alrededor; no quería plantarme en sólo un lugar y hablarle cuando llegara. Quería demostrarle, de alguna manera especial, que no existía nadie más importante en el mundo para mí.

¿Qué cosa podría hacer para demostrarle lo que sentía? Debía mostrar que, aunque haya silenciado las cosas, no quería separarme de ella. Me quedé pensando, sentado a los pies de la cama y, tras sólo un par de minutos, un chispazo de imaginación iluminó la idea que, sin duda, sería la mejor para demostrarle a Karla que no quería que pensara que yo era un desconsiderado. 



Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto

1 comentarios:

Alejandro Céspedes dijo...

No sé por qué, sólo logro imaginar ideas sucias...