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sábado, 16 de julio de 2011
 Él empezó explicándome el ejercicio número cinco, luego yo tendría que explicarle el dos y, después, el me contaría acerca del seis.

Tras unos minutos de explicación, comenzamos a hablar y nos desviamos completamente del tema estudiantil. Las tiritas de ideas que, en la tertulia al pie de la escalera, eran cada vez más interesantes lograron captar la atención de ambos. Pasamos de los ejercicios a las series que habíamos visto en nuestra infancia. De la plática de algunos videojuegos terminamos hablando de OVNIS. Sinceramente me divertí mucho hablando con él y, esta vez sí estaba seguro, él también. Había empezado, sin querer, una bonita amistad.


Con el tiempo me di cuenta que no era muy difícil entablar un compañerismo ameno con los alumnos de mi salón e, incluso, con los alumnos de otros años.

-          Me gusta la manera en la que piensas – me dijo Alicia, comiendo un pedazo de galleta, en el recreo.
-          Gracias, intento lo mejor – respondí, con una sonrisa.
-          ¿Por qué no le dices a Adriana de una vez para que estén? – me animó – Yo creo que si caen como pareja.
-          ¿Tú crees?
-          ¡Claro!

Los recreos en los cuales no los pasaba con Adriana, las amigas de ella, como Stephanie o Alicia, se dedicaban a darme apoyo moral. Sobretodo Alicia, una chica alta y muy bonita, parecía ser la más emocionada en el hecho que yo esté con Adriana.

Las salidas de Remi con Stephanie me ayudaban bastante a acercarme más a Adriana, ya que, al final, siempre terminábamos saliendo de a cuatro, puesto que ahora Remi se había convertido en un gran amigo, entonces ya no le resultaba insoportable como antes. Y, aunque Adriana y yo sólo salíamos en materia de amigos, pensaba, esas veladas me darían más confianza al momento de intentar algo.

El problema siempre empezaba cuando Adriana y yo teníamos que salir solos. Solía ponerme muy nervioso. Pero debía evitar esto, así que un día le invité al cine.

Luego de la primera salida al cine con Adriana me decepcioné un poco; me había puesto muy nervioso y se habían causado ciertos silencios incómodos, entre sudoraciones de mano y algo de dislexia. Obviamente eran puntos en contra.

-          Yyy… - Titubeé - ¿Te gustó la película?
-          ¡Claro! – se exaltó – ¡Estuvo pajasa!
-          Bueno… sí.
-          ¡Gracias por traerme! – me dijo, abrazándome. Tal vez no fue tan malo después de todo.

Días después me topé con un par de cosas sorprendentes. Demasiado increíbles, diría yo. Un lunes cualquiera, terminando el mes de agosto, a la hora de entrada, una silueta extraña se posó en la puerta del aula. Después de algunos segundos pude reconocer a quién pertenecía. Eso sí que era muy extraño.

-          ¿Qué demonios te pasó? – pregunté, algo confundido
-          Creo que así está mejor
-          Bueno… - pensé – No sé.
-          Es más fresco.
-          Supongo que sí – me acerqué - ¿Puedo tocar?
-          ¡Claro! – dijo, sonriendo.
-          ¡Tío, estás pelado! – exclamé, sobando la cabeza calva de Remi.

Creo que ese fue el día en el cual escuché más insultos viajar de un lado a otro del aula, entre las risas y el lenguaje que, por lo general, cuatro hombres solos utilizan cuando quieren chacotear entre ellos. 


Cuando la conocí, no sabía que los recuerdos importaban tanto

1 comentarios:

Johanna dijo...

hahahhaa tu amor hacia los pelados =D