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jueves, 3 de marzo de 2011
-          ¡Estela! – grité mientras me frotaba los ojos para secarme las lágrimas.
-          Joseph – respondió ella muy tranquila.
-          Tú… Yo… - titubeé - Erhm… ¿Tú… Quieres…?
-          No.

Un monosílabo bastó para destruir mi mundo. Los ojos me ardían por las lágrimas que se atoraban ya que no pensaba parpadear. No sabía si debía hablar, salir de ahí o esperar a que ella diga algo.

Tras pensarlo rápidamente, decidí que lo mejor era irme; si iba a sufrir sería donde nadie me viera. Caminé pasando al lado de ella y dejándola atrás. Pero paré a los pocos pasos; en este momento, dándole la espalda a Estela, recordé que en ningún cuento que había leído hasta ahora, el protagonista no se quedaba con la princesa.

Parpadeé. Mis mejillas se humedecieron. Pero no podía resignarme al rechazo.

-          ¿No hay manera de hacerte cambiar de parecer? – pregunté después de un eterno silencio de 5 segundos.
-          No lo se, Joseph… Nunca había estado en una situación así. – me dijo mirando mi espalda – esto es muy difícil.
-          ¿Eso significa que puedo tener una esperanza? – pregunté dando media vuelta para verle.
-          No lo se Joseph… - dudó mientras sonaba el timbre que marcaba el final del recreo.

Eso bastaba para mí. Un rayo de esperanza iluminó mi alma al verla dudar, no todo estaba perdido.

En los días siguientes mi humor mejoró bastante. Poco a poco el aula también comenzó a tomar la vida que había perdido desde la semana pasada. Cada vez las conversaciones que antes eran muy comunes entre clase y clase volvieron a llenar el ambiente y los chistes cada día resonaban más entre las paredes. Los profesores parecían estar más tranquilos y ya no hacían comentarios acerca de nuestro estado. Pero yo seguía viendo a estela sin que ella voltee a verme y no le había dirigido la palabra ni a Samantha ni a Vania en todo este tiempo.

-          Me parece que esta vez se excedieron – me comentaba Serge en el recreo, tras la clase de inglés –. ¡Es demasiada tarea para solo dos días!
-          No es tan malo, peor hubiese sido si…
-          ¡Joseph! No sabes de lo que me he enterado. – interrumpió Gaby, una chica delgada que siempre me hizo recordar a un galgo – ya se por que Samantha y Vania planearon todo.
Mi corazón dio un salto. Había muchos cabos sueltos de los cuales no me había ocupado hasta este momento. ¿Cuál era el verdadero motivo de Samantha y Vania? ¿Estela sabía que yo no había escrito esa carta? ¿Qué demonios decía esa carta? Al parecer yo era la persona menos informada de todas.


Cuando la conocí, no sabía que, en verdad, nunca iba a conocerla

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