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sábado, 26 de marzo de 2011
Cuando hablé con su padre me trabé más de lo acostumbrado y murmuraba mucho. Desde la semana pasada tenía miedo de este día; yo no me sentía listo para conocer al padre de Danila, pero no tuve el valor para decírselo. Ahora sabía que no le había agradado… ¿Danila terminaría conmigo? ¿Enfrentará a su padre? No quería incógnitas mentales en ese momento, pero no podía evitar que vengan a mí.

Danila me jaló de la mano cuando regresó a la habitación donde yo le esperaba, salió conmigo a rastras mientras le objetaba que no me había despedido de su padre. Al ver la mirada molesta de su papá dirigida hacia mí, gracias al umbral que dejaba ver la puerta entreabierta, dejé de quejarme.

-          Me odia ¿Verdad? – Le pregunté a Danila, después de que una hoja lamiera suavemente mi mejilla tras caer de un árbol.
-          ¿Quién? – pasó su mano sobre mis cabellos.
-          Escuché lo que te dijo tu padre en tu casa.
-          Es que no te conoce lo suficiente, cuando te conozca te va a querer.
-          “No me importa conocerle” – imité a su padre.
-          Jijiji. – rió con una mueca tierna – te salió igualito.

 Dejó de tener esa cara de felicidad cuando vio que yo no tenía la más mínima intensión de reírme. Ella estaba sentada en una banca del parque, yo tenía apoyada la cabeza sobre su regazo, mirando las hojas de los árboles caer. Toda esta situación era muy difícil para mí; no quería desagradarle a su padre y tenía miedo de que eso haga que ella me deje.

-          ¿Vas… A… Terminar… Conmigo? – titubeé.
-          ¡Pero tú está’ loco! – respondió con los ojos muy abiertos con ese acento que sólo pronunciaba en situaciones de emoción extrema – ¿Por qué habría de hacerlo?
-          Por que tu papá me odia.

Las semanas pasaron y mis inseguridades aumentaron considerablemente. El campeonato de basket sería en una semana y Danila no podría ir a verme ya que su padre le prohibió cualquier tipo de contacto conmigo. “No todo es color de rosa” Pensé. Solíamos vernos a escondidas con la ayuda de su hermana mayor, Daiana que, con sus casi veinte años, sabía que mis sentimientos hacia su hermanita eran, por mucho, más que puros y sinceros.

-          Es una pena que Dani no pueda ir a verte – se lamentó Daiana.
-          No importa, supongo que habrán muchas fotos y videos ese día. – le dije.
-          Voy a ver si puedo sacar a Dani y vamos a verte ¿Vale? – sonrió.
-          ¡¿En serio podrías hacer eso, chica?! – Interrumpió Danila, con brillo en los ojos, al verle sentí que podría morir feliz.
-          Voy a intentarlo, hermanita. No te prometo nada. – le acarició la cabeza – Ahora los dejo solos, debo irme al cine.

Daiana cruzó el parque a grandes zancadas y nos dejó solos, como de costumbre, para poder estar juntos mientras su padre creía que ambas hermanas estaban juntas.

-          Espero que Daiana pueda llevarte – le dije
-          La voy a estar molestando para convencerla – dijo, aún muy emocionada.
-          Me encantaría poder verte… En serio.
-          No, a ti “Te encantará poder verme” – dijo – Por que voy a ir de todas maneras, ya lo verás.

Me sentí muy feliz cuando dijo estas palabras. Me sentí más que feliz cuando sonrió después de decirlas. Me sentí muchísimo más que feliz cuando me besó.

-          Es una promesa, chico.

Paseamos por la orilla del mar hasta que empezó a oscurecer, ella se encontró con su hermana en el mismo parque de siempre para regresar a su casa. Yo regresé a la mía. El día terminó y a la mañana siguiente me desperté con un semblante algo opaco con respecto a los días anteriores. No todo era perfecto; ya tenía más de cuatro meses con mi novia, sí, pero en la escuela mis notas no eran exactamente las de un alumno muy aplicado y, según los rumores, los entrenamientos de basket iban a ser más duros esta semana por que estábamos a menos de siete días del campeonato. Pocas cosas podrían arruinar esta vida.

Tal vez no muy pocas.

Sandra, aquella chica del quinto año de secundaria parecía vigilarme constantemente. Yo no iba a hacer nada estúpido. Al menos al terminar este año ella concluiría el colegio y no la vería nunca más en mi vida.

Empezó la primera fecha del campeonato y ahí estaba jugando como nunca mientras en las tribunas era alentado por mi mejor amiga Adela y por mi novia Danila. Daiana acompañó a su hermana en esta primera fecha, pero por algunos motivos, los cuales no me querían contar, Daiana ya no vendría a las siguientes fechas del campeonato, pero Danila sí ¡¿¡Que importaba entonces!?! Con tal que Danila pueda verme jugar, su hermana no importaba mucho. No era que no me agradara, pero una chica de su edad de seguro tenía otros planes y tal vez no quería contarme cuales eran, para no minimizar a un pobre chico que se ilusiona con el basket.


Cuando la conocí, no sabía que iba a lamentar una partida

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