¿Quieres ser amigo de Joseph también?

¿Cuántas personas han visitado a Joseph?

¡Visita a Joseph en Facebook también!

Con la tecnología de Blogger.
domingo, 20 de marzo de 2011
-          Siempre vi en la tele esas lámparas de lava y quería una ¿Cómo sabías eso? ¿Le preguntaste a Adi? – me preguntó Danila, tomando una fresa de la copa del helado.
-          ¡Claro que no! – respondí, enérgico – Fui a comprarla con Serge. Él quería que le pregunte a Adela, pero iba a parecer que no tenía idea de que regalarte… Ella es tu mejor amiga y tal vez te contaría que estaba pidiendo ayuda.
-          Jajaja – rió en voz baja, con cierto toque de ternura, tras comer la fresa que tenía en la mano - ¡Que lindo! Si he visto estas lámparas en algunas tiendas y me gustan mucho. No se por qué la gente prefiere las lámparas de plasma, no les veo el chiste. – me explicó – Los colores de las lámparas de lava son más lindos.

Me reí tan fuerte que más de la mitad de la heladería volteó a mirarme. Cuando le conté a Danila el como Serge me reclamaba por no haber comprado la lámpara de plasma ella rió, al menos, casi tan escandalosamente como yo.

-          ¿Recuerdas como nos conocimos?
-          No podría olvidarlo, fue gracias a Adelita.

Adela pertenecía a un foro de Internet donde la gente compartía historias. Ella era muy buena escribiendo y, en alguna discusión en el foro gracias a alguna publicación que alguien hizo de alguna de las tantas historias que circulaban por ahí, topó por mera casualidad con Danila, una chica que gustaba de historias de amor. Adela, por el contrario, prefería los relatos de aventuras y emociones extremas.

Las chicas encontraron el gusto en común en una historia de amor en tiempos de guerra, la verdad no les entendí muy bien cuando me lo contaron, pero sabía que lo extremo de la batalla atrajo a Adela y el amor rompiendo barreras atrajo a Danila. Juntas descubrieron que el amor puede llegar a ser algo extremo, es por eso que aún con gustos que parecen tan distantes, ambas pudieron entender el punto de vista de la otra. Así es como comenzaron a hablar por mensajería instantánea en la computadora y, para sorpresa de ambas, vivían a sólo tres cuadras de distancia, así que decidieron conocerse y llegaron a ser las mejores amigas.

Días antes de conocer en persona a Danila, Adela me pidió que le acompañe. Tenía algo de miedo ir sola, por todo lo que se ve en televisión e Internet sobre secuestros, robos, violaciones, etc. Yo acepté acompañarle, ya había hablado con Danila por el Messenger un par de veces y me había agradado también. Por alguna razón yo sabía que no íbamos a encontrarnos con un hombre maduro de 40 años, posiblemente por que ya la había visto por webcam… Ese pudo ser el motivo más fuerte. Cuando nos conocimos los tres y ellas empezaron a hablar, me di cuenta que yo no tenía mucho que decir y que, probablemente, sería el día más aburrido de mi vida ya que mientras ellas hablaban caminando por ahí, yo acompañaba sus pasos solo entreteniéndome con lo que podía ver en las calles.

Al parecer Adela no se daba cuenta que mi participación era casi nula en las salidas que habíamos tenido con Danila y, lastimosamente para mí, los días en los que acompañaba a la pareja de amigas eran eternamente aburridos ya que, como no conocía tanto a Danila y solamente estaba ahí por Adela, no me animaba a hablar mucho, pero no podía estar así siempre. Todo mejoró cuando me animé a hablar, a los pocos días, y no sólo a ser el “amigo mudo” de Adela; intenté meterme cada vez más en sus conversaciones y opinar de manera inteligente, y, fue tanto el interés que mostré en sus salidas que, en poco tiempo, terminé conociendo muy bien a Danila y me cayó muy bien, después de todo era amiga de Adela y mi mejor amiga en todo el mundo no iba a ser amiga de una cualquiera.

Ella era una chica de 13 años que vivía con su madre y su hermana Daiana. Eran de la Habana, Cuba. Estaban en Lima por que su padre trabajaba aquí hacía algunos años, pero ahora estaba de viaje. Tras entablar una amistad más firme con Danila, terminé enamorándome de ella.


Cuando la conocí, no sabía que iba a lamentar una partida

0 comentarios: