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miércoles, 9 de marzo de 2011
Era raro el poder ver lluvia en la ciudad de Lima. Esta vez era diferente, las gotas parecían haberse puesto de acuerdo para caer cada vez más deprisa desde que el recreo había terminado y continuaron precipitándose, sin parar, durante la salida también.

Nadie podía sentarse en las bancas cerca de la puerta ya que estaban empapadas totalmente. El guardia de turno, quien siempre se paraba junto a la salida para permitir el pase de los alumnos, decidió hacerlo desde una pequeña caseta ubicada al lado de la puerta, donde reposaba un botón para abrirla que, desde que tengo memoria, nunca había usado. El clima, tan bondadoso como era antes, había cambiado ¿Porqué yo no podía hacerlo también? El Joseph amable e ingenuo que vivía en mí había sido despedido por otro que, al igual que la lluvia atípica que caía sobre el colegio, era más decidido, precipitado y sin miedo a las cosas. Había llegado el momento en el cual el nuevo Joseph tomara su primera decisión firme.

Cruzando el umbral de la puerta divisé a Samantha y a Vania. Esta última temporada de mi vida había sido muy difícil gracias a ellas dos, pero había llegado el momento de voltear el pastel a mi favor. Con este pensamiento caminé entre los charcos que la lluvia formaba en el suelo en dirección hacia ambas chicas.

-          ¡Hola chicas! – saludé muy animado.
-          Hola. – respondieron ambas, sin muchos ánimos, mientras algunos compañeros curiosos se acercaban para vernos. Era una especie de desenlace que todos esperaban.
-          Chicas – dije, levantando la voz para que más compañeros se acerquen a ver mi gran hazaña, sin duda era mi momento –, he estado pensando y me he dado cuenta que todo el asunto de hace tiempo ha sido una tontería.
-          ¿A qué te refieres? – preguntó Vania algo confundida.
-          Es muy simple – respondí con una sonrisa.
-          Habla, pues – pidió Samantha luego de unos segundos de silencio.
-          Ustedes me gustan. – dije triunfante. No pude quedarme con Estela pero, a cambio, podría estar con dos chicas al mismo tiempo. No era un mal cambio, Samantha y Vania eran muy bonitas. – Así que… ¿Qué dicen chicas? ¿Lo intentamos? – concluí.

La lluvia no parecía molestarle a nadie ahora. Samantha y Vania tenían el rostro desencajado, al igual que los alumnos curiosos que podía ver detrás de ellas. Todos estaban al tanto de nuestra conversación.

-          Esto es muy extraño, pequeño – dijo Samantha.
-          Nosotras ya no estamos interesadas en ti, lindo – intervino Vania.
-          ¿Qué…? – pregunté confundido - ¿Qué quieren decir?
-          Pues, en todo este tiempo aún seguías mirando a Estela – explicó Vania
-          Nosotras no podemos fijarnos en alguien que ni siquiera nos hace caso. Simplemente ya no nos importas, Joseph – Concluyó Samantha.

Samantha y Vania se fueron después de que la última acomodó sus negros cabellos para que no le tapen la cara, tenía toda la cabeza empapada y el peso de su cabellera se había ido hacia delante. Samantha sacó papel tissue del bolsillo de su casaca para secar sus manos morenas mientras se iban dejándome totalmente empapado en medio de una multitud que debía pensar, sí o sí, que era un completo estúpido.



Cuando la conocí, no sabía que, en verdad, nunca iba a conocerla

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