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viernes, 18 de marzo de 2011
-          ¿Y qué cosa pretendes comprarle? – preguntaba Serge acompañándome al centro comercial.
-          No lo se… Nunca había estado con una chica… – dije – No estoy muy seguro de que cosas debería comprarle al cumplir un mes.
-          Según yo, basta con una rosa o una caja de chocolates.
-          Eso lo has visto en una novela ¿Verdad?
-          ¡Cállate! – gritó con las mejillas sonrojadas.

Paseamos viendo peluches, tarjetas de amor y algunas cajas ostentosas que contenían pequeños bombones. Nada parecía gustarme. Quería algo un poco más que original, pero debía apurarme. Era viernes, cumplíamos un mes el domingo.

-          Deberías venir con Adela para elegir – recomendó Serge.
-          ¡No seas tonto! Eso demostraría que no tengo idea de que debería comprar – dije – Por eso estoy viniendo contigo.
-          Pero no tienes idea de que comprar.
-          Pero venir con Adela sería de las últimas cosas que haría pues… No quiero parecer un mal enamorado sin ideas.
-          Pero lo eres – dijo en tono de broma.
-          No lo soy, yo adoro a mi novia.
-          Yo se, hermano. Vamos. – adelantó el paso – Esta tienda se ve interesante.
-          Te sigo – asentí.

Entramos en una tienda que tenía buena pinta. Tras la puerta había, alumbrada por pequeños faros en la parte superior, una cortina blanca. El lugar sabía como ahorrar luz con estilo. Las velas con flamas de colores eran protagonistas y las figuras pegadas en las paredes azules, con forma de estrellas y lunas que brillaban en la oscuridad no eran menos.

Me acerqué a una lámpara de lava en el medio de la habitación, en el líquido transparente flotaba de arriba abajo una masita verde que me hipnotizó.

-          ¡Hey! Mira esta cosa. – Gritó Serge, sacándome del transe tocando una lámpara de plasma – Esto podría gustarle. Yo quiero una.
-          Es eso o la lámpara de lava.

Salí del centro comercial con una caja que contenía una lámpara de lava. Serge se quejó todo el camino diciendo que la lámpara de plasma era mucho mejor. “Las lámparas de plasma siguen tu dedo con un rayo”, “Las lámparas de plasma no se calientan tanto como las de lava”, “Las lámparas de plasma dan un ambiente más futurista que las de lava”. Todos estos comentarios hacían que odiase a Serge pero, por otro lado, tal vez tendría razón. El único problema era que yo solo tenía catorce años y las lámparas de plasma valían, por lo menos, tres veces más que una de lava. Confié en que mi buena voluntad por tener un detalle bonito con mi novia iba a serle agradable.

El domingo por la tarde me alisté apurado, tenía cerca de diez minutos para verla y aún estaba en pijama. Me cambié mientras me lavaba y salí tan apurado que por poco y olvido el globo rojo que había comprado para acompañar la lámpara.

Corrí hacia nuestro lugar de encuentro, moría por verla y en cinco minutos podría hacerlo. Al llegar ella ya estaba parada esperándome, tan bonita como siempre. Estaba al lado de una pileta en el patio del centro comercial, donde el viento corría fuerte y hacía juguetear su largo cabello. Tenía un vestido largo y amarillo que vibraba al compás del susurro que el agua dejaba escuchar, claro, con ayuda del viento.

-          Llegaste – dijo con una sonrisa tan angelical que casi me desmayo.
-          N… No iba a llegar tarde a nuestra cita del primer mes – respondí algo nervioso.
-          Eres muy dulce, chico. Por eso estoy contigo. – me dijo con ese acento que tanto me gustaba.
-          Dulce eres tú, yo solo me reflejo en ti
-          Eso fue muy bonito. – tomó mi mano.
-          Es lo mínimo que te mereces – la besé.

Ya era oficial, Danila y yo habíamos cumplido nuestro primer mes de enamorados.


Cuando la conocí, no sabía que iba a lamentar una partida

2 comentarios:

Alejandro Céspedes dijo...

- ¿Y qué cosa pretendes comprarle? – preguntaba Serge acompañándome al centro comercial.
- No lo se… Nunca había estado con una chica… – dije – No estoy muy seguro de que cosas debería comprarle al cumplir un mes.
- Según yo, basta con una rosa o una caja de chocolates.
-Eso lo has visto en una novela ¿Verdad?
-¡MENTIRAS!¡SUCIAS MENTIRAS DEL NIÑO TERRICOLA!– gritó con las mejillas sonrojadas.


Joseph me ha sorprendido, con frases tan románticas. Se merece un buen noviazgo y/o al menos una cita agradable.

Alfredo dijo...

esa respuesta hubiese sido más atinada.