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miércoles, 16 de marzo de 2011
El año pasado me di cuenta que las vacaciones de verano son, al menos en mi colegio, “curativas” en los alumnos. Los enojos y resentimientos son olvidados y los malos tratos eliminados. Después de todo éramos, todos, más grandes y habíamos madurado bastante. En primero de secundaria toda la promoción se llevaba bien entre sí.

Ahora estoy en segundo año de secundaria y, a diferencia de algunos compañeros, la presencia de barba y vello corporal era nula en mí. Después de dos años no había cambiado mucho la verdad, salvo que ahora mi cabello pasó de estilo “hongo” a ser un remolino desordenado sin mucho sentido.

Ya no me importaba Estela como pareja. Había llegado a ser una amiga mía. Vania y Samantha no se quedaban atrás; solíamos hablar bastante y me presentaron a una chica que entró a la escuela este año con la cual forjaron amistad muy rápido.

Su nombre era Adela, una chica de cabello lacio y ojos marrones, no era muy alta y tenía una voz algo graciosa. Cuando la conocí nos dimos cuenta que nuestra compatibilidad era armoniosa. Era imposible no ser su mejor amigo de la noche a la mañana.

Los días pasaban y nos conocimos mejor. Las semanas pasaban y éramos más compatibles. Los meses pasaron y, tras cumplir 14 años en Julio, nunca pensé que podría llegar a pasar más tiempo jugando videojuegos y viendo series con una chica que con Serge.

La temporada que pasaba con ella en el colegio no era menos divertida que nuestros encuentros fuera del aula para quedarnos viendo fijamente una pantalla. En los recreos solía esperar a que ella salga para asustarle por la espalda. Cuando me aburría en clase ella recibía los papeles arrugados que le lanzaba con la cabeza, luego los abría para poder ver alguna caricatura del profesor de turno. En las clases de cómputo solía asustarle con imágenes de Regan, la niña del exorcista. Pero nuestra interacción más común era que, todo el día, la molestaba pronunciando cosas ininteligibles como si se tratase de alguna especie de ritual maligno; ella reía al notar en mí la parodia de algún ser malvado. Es por esto último que decidió que yo intentaba ser un diablo con ella. Un diablo muy divertido con el cual se reía todos los días; no uno malo como Lucifer… Así que me bautizó como “Luci”, diminutivo de Lucifer, y de Lucía también… Toque perfecto a los días divertidos que solíamos tener.

-          ¡Mirawa matotu kin! – grité con una voz sombría a la oreja de Adela mientras me acercaba por detrás - ¡Hola!
-          ¡Tonto! Me has asustado – dijo, algo exaltada, pero su gesto cambió por una sonrisa al reconocerme - ¿Mirawa? ¿matotu kin? ¿Qué demonios es eso? – atinó a preguntar, muy  confundida.
-          Hahahaha – reí – “Mirawa” eres tú – dije al azar – “matotu” es el verbo “ser” y “kin” es… - pensé – ¡Hermanita! – dije con una sonrisa de oreja a oreja.
-          ¿Entonces soy tu hermanita?
-          Eres Mirawa, la hermanita de Luci.
-          Eres muy genial – dijo acercándose a mí.

Nos abrazamos. Me sentía muy feliz con ella entre mis brazos. Teníamos una relación muy extraña la verdad; nunca había visto a un chico y a una chica interactuar como ella y yo lo hacíamos. Nuestras conversaciones no eran normales y nuestro humor era visto de manera extraña por la gente del salón. Sin duda me encantaba estar a su lado.

-          Te quiero, Luci – dijo, muy divertida, aún entre mis brazos.
-          Yo te quiero a ti, Mirawa. – sonreí mientras le apretaba más contra mi pecho – Nunca vamos a abandonar al otro ¿Ya?
-          Nunca, pues. Pero prométemelo.
-          Te lo prometo.
-          Yo también.



Cuando la conocí, no sabía que iba a lamentar una partida

2 comentarios:

Johanna dijo...

*-* esta es la parte en que lo adoro ♥

Alejandro Céspedes dijo...

Por el "pensé" supongo que Kin, no es hermanita.
Extrañamente es el humor incomprendido el que suele ser más divertido, mi querido compañero pirata.
Abrazos que uno nunca olvida... espero Joseph logre apreciar esa magia.