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miércoles, 18 de mayo de 2011
Después de varios días no encontraba calma en mi mente…. Pero… ¿Qué más da si no era mi novia si ambos éramos felices? ¿Y si ella está esperando a se lo pregunte? ¿Y si lo hago y me rechaza? ¿Y si no lo hago y se molesta? Las dudas mentales nunca habían sido de ayuda ya que solían confundirme más y, en este momento, estaban destruyendo mi cerebro por dentro.

Decidí, varios días después, que las etiquetas eran lo de menos ya que una relación pura como la nuestra, no dependía de un rótulo que diga “Novios”, aunque aún dudaba.


Las caminatas regreso a casa eran maravillosas cuando estaba al lado de Karla. El tiempo pasaba rápido, no había, nunca, momentos tan largos para poder demostrarle mi amor. Un sábado, como de costumbre, estaba en su casa. Le estaba ayudando a desechar la ropa vieja, metiéndola en una canasta, para darle paso al nuevo guardarropa que vendría el día de mañana, domingo. Entre los pantalones y vestidos, pude encontrar una túnica mostaza de seda, la cual se me hacía muy rara a menos que pertenecieses a alguna secta religiosa o algo por el estilo.

-          Oye – llamé su atención, sosteniendo la túnica – ¿Y esto?
-           Aaaaawwww – exclamó con ternura – eso no lo botes.
-          ¿Qué es? – le pregunté, mientras ella se acercaba a una cómoda en la esquina de su habitación.
-          Mira, Joseph – dijo, sacando un álbum de fotos que se encontraba en un cajón - ¿Te gusta la navidad?
-          Bueno… – repliqué, recordando mi última navidad – Solía gustarme la navidad, pero esta última no fue la mejor…
-          Bueno… Supongo que no fue la mejor después de tu historia en el colegio.
-          No, pues – dije, sonriendo - Pero si no fuese por ese incidente, no estaría contigo ahorita – solté una carcajada – Fue lo mejor que me pudo haber pasado.
-          Eres un tonto – dijo, muy feliz – pero tienes toda la razón.
-          ¿A ti te gusta la navidad, Karla? – pregunté, sin dejar de sonreír.
-          A mí si me gusta – se sentó a mi lado y abrió el álbum cuando lo dijo – A ver – Buscó entre las hojas – ¡Mira! – exclamó, señalando una foto en la que ella vestía esa túnica mostaza siendo, junto con demás implementos, una pastora en una representación del nacimiento.
-          ¿Eso es una pastorela? – Pregunté.
-          Sip – dijo, sonriendo – Y yo era una pastora ahí.
-          Estás demasiado bonita…
-          Mientes – interrumpió, con las mejillas sonrojadas
-          No… Al contrario… Le tengo envidia a aquellas ovejas que estaban a su cuidado – bromeé.
-          ¡Hahahaha! – el álbum cayó al suelo gracias al movimiento corporal de Karla que causó su risa – Tú serías una oveja a la cual quisiera cuidar siempre.
-          Yo no quiero ser una oveja – dije, con voz seria.
-          ¿P…Po… Por qué? – titubeó, preguntando con algo de temor.
-          Porque las ovejas son femeninas – sonreí – ¡Yo sería un borrego!
-          ¡Tonto! – gritó, dándome una palmadita en el hombro – Me asustaste. Pensé que estarías molesto o algo así.
-          Hahahaha – reí – Pero una pastorcita siempre debe cuidar y perdonar a su borrego, eh. – me acerqué, colocando mi rostro justo al frente del suyo – así que tiene que soportarme – dije, sonriendo.
-          ¿Soportarte? Para mí es un placer, y, sí, siempre te cuidaré, mi borreguito. – dijo y, acto seguido, me dio un besito en los labios.

Esa noche, de vuelta en mi casa,  me di cuenta que podía descansar tranquilo y que, sin problemas, esa noche no la pasaría en vela pensando. Estaba clarísimo que no importaba si ella era mi novia o no. Cuando sientes algo tan bonito por una persona, las etiquetas son lo de menos. No quería atarla a nada, quería que ella fuese libre. Yo me sentía libre estando con ella y, sentía, mi libertad era ser un borrego enamorado de su pastorcita.

Las semanas se convirtieron en meses y, ya en abril, luego de algunas salidas al zoológico, varias salidas a parques de diversión y otras salidas al cine, sentía que no podía ser más feliz, sin duda alguna era un borrego enamorado.


Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto

2 comentarios:

Anónimo dijo...

sdadsadadsa no quiero que regreses a Perú xD.. bueno si!

Akire :)

Alejandro Céspedes dijo...

"¿Y si ella está esperando a se lo pregunte?"

Esa es mi favorita.

Tener dudas sobre algo que es seguro es muy divertido.