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lunes, 9 de mayo de 2011
-          ¿Joseph? – dijo una voz femenina, muy cerca de mi oreja.
-          Abaababa aba abababa – no podía responder, al parecer me había olvidado de cómo hablar. Mis llaves cayeron al suelo.
-          ¿De verdad eres Joseph? – preguntó con una voz muy dulce – ¿Y vives aquí?
-          Ah… Este… - titubeé mientra volteaba, para darme con la obvia sorpresa detrás de mí; ella había cruzado hacia mi acera y estaba hablándome.

Estaba sonriéndome muy tiernamente y yo casi me pierdo en su suave cabello lacio que el viento hacía bailar, pero sus ojos marrones que me recordaban a la miel no dejaron que lo hiciera.

-          ¡Oye! – exclamó, muy divertida - ¿No me ves?
-          Sí, sí vivo – dije, intentando ordenar mis ideas
-          Lo sé – dijo sonriente – si no, no podrías hablarme jejeje.
-          Digo… Aquí, esta es mi… casa y yo soy… Erhm… - pensé – ¡Un momento! ¿Cómo sabes quien soy?
-          ¿Entonces ya no te acuerdas de mí? – puso la carita más dulce que jamás haya visto en mi vida.
-          ¿Eh? Yo, yo… - Pensé, ¿Cómo había podido olvidar a una chica tan bonita? – Bueno… Hace mucho tiempo que no nos vemos – intenté tantear.
-          Yo se. Creo que no te hubiese hablado si no te veía entrar en esta casa.
-          ¿Eh? ¿Esta casa?
-          Sí – dijo – aquí no ha vivido nadie en mucho tiempo, ¿Lo recuerdas?
-          Pues… No tengo idea – respondí algo confundido.
-          Desde que te fuiste, nadie ha vivido aquí. ¡Me da tanto gusto que hayas regresado, Joseph! – Agarró mis manos y comenzó a saltar cuando dijo esto.
-          Ahora que lo dices – dije, mirando hacia arriba buscando una respuesta- Cuando era pequeño y vivía aquí, no recuerdo el lugar exacto donde estaba mi casa… Así que era este…
-          Tal vez te de una pista para que te acuerdes un poco más. – puso su dedo índice sobre su mentón – mmm... Soy Karla Jiménez ¿Me recuerdas, verdad?
-          ¡Por supuesto! – exclamé con toda la seguridad del mundo, aunque no lo tenía muy claro – ¡Ha pasado tanto tiempo desde que nos vimos por última vez!
-          ¡Y otra vez estás aquí! ¡Estoy muy feliz! ¡Tanto tiempo sin vernos!

Ese viernes dejamos nuestras maletas con cuadernos en nuestras casas y salimos a pasear. Había pensado en ir a ver la playa… Me gustaba hacer eso en Lima, pero cuando se lo dije ella, tras una risita, me hizo recordar que Puebla de Zaragoza no tiene salida al mar.

Entre las calles y el sonido del trote diario, fuimos a un mall y, sentados en una banca cerca de una pileta, comimos un helado. Ella vestía una blusita verde debajo de una chompa negra y, a la vez que rozaba mi mejilla derecha con su mano, notaba lo emocionada que estaba al verme. Aunque no recordaba exactamente todo lo bonito que ella me contaba, yo seguía prefiriendo perderme en sus ojos antes que hacerlo en sus cabellos.

Al parecer las cosas hacía casi diez años habían sido muy buenas entre nosotros dos, aún para tener sólo unos 6 años de edad. Nuestros padres, en ese entonces, eran vecinos y yo pasaba gran parte del día junto a la pequeña Karla Jiménez jugando en la sala o en el jardín trasero. Éramos muy unidos, incluso me quedaba a dormir en su casa o ella en la mía; éramos como un par de novios en miniatura de los cuales nuestros padres tenían muchas expectativas para el futuro. El único problema, en el presente, para mí era que, por más increíble y fabuloso que suene el cuento de nuestra infancia… Yo no podía recordar casi nada.

-          Tienes muy mala memoria, Joseph – se quejó Karla, poniéndose algo triste.
-          Tampoco es para que te pongas así… - Le dije.
-          Tal vez fui yo la que se emocionó demasiado… - se lamentó, agachando la cabeza.
-          ¡Ánimos! – dije, envolviendo sus hombros con mis brazos – ¡Será divertido hacerme acordar! – Dije, muy emocionado - ¡Yo también estoy feliz por volverte a ver!
-          Pero si ni te acuerdas…
-          Tengo cerebro de pájaro, lo se – le besé la cabeza, que tenía gacha, sin dejar de tenerla abrazada con mi brazo izquierdo – Pero que una chica tan bonita como tú le hable a un chico como yo después de tanto tiempo, es por que fuimos muy felices en nuestra infancia. Y, si bien no estoy al tanto de todo, quiero saber lo feliz que fui al lado de una chica como tú.
-          Gracias – dijo, levantando la cabeza – eres muy dulce, Joseph.
-          A ti gracias, por perdonar a este cerebro de pájaro.
-          Tonto – me dijo, sonriendo – ¡No digas eso!
-          Cuénteme, algunas historias nuestras que recuerde – dije, tomándole de las manos – Ha pasado mucho tiempo, ¿Eh?
-          ¡Sí, Joseph! Después de todo hemos pasado mucho tiempo sin vernos.



Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto
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2 comentarios:

Johanna dijo...

noviecita de la infancia ♥

Alejandro Céspedes dijo...

"quiero saber lo feliz que fui al lado de una chica como tú." Pues recordar es lo mejor.