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lunes, 23 de mayo de 2011
Tal vez pueda proponérselo, después de todo es mi novia… Bueno, una novia sin etiquetas. Tal vez no me lo negaría ¿O sí? ¿Y si no estaba interesada? Ni siquiera sabía si yo estaba 100% seguro de quererlo… O tal vez sí. Lo último que quería era presionarla, pero sería tan bonito…

Los días pasaron muy distintos a los primeros en los que empecé a salir con Karla. Solía estar más callado y meditabundo, solía imaginar cosas y  a veces, aunque no quisiera, me perdía, lascivo, entre su piel que, a mi pesar, sólo existía en mi mente. Tal vez las cosas no serían tan fatales si es que, la mayoría de veces, no me perdiese en mi perversión justo mientras le miraba, midiendo cada centímetro de su cuerpo para no perder ningún detalle.

En la escuela, al parecer, un par de compañeros habían conseguido novia. No sé que tan en serio se toman ellos su relación pero, según lo que podía escuchar en las pláticas de varones, solían comparar, como en una competencia, sus experiencias sexuales. Sinceramente yo no pensaba que todo lo que contaban fuese real, incluso, pensaba, que tal vez ni novia tenían y, sinceramente, no quería ser parte de ese circo en el que usan a la persona, supuestamente, amada para ver quien puede más.

Yo no quería tener algo con Karla para andar contándolo a los cuatro vientos. Quería sentirle y tocarle porque estaba enamorado y sentía que la experiencia de estar con ella más cerca sería, sin lugar a dudas, mucho mejor que un privilegio. Me solía enfermar la gente que contaba sus cosas, reales o no, acerca de sus chicas, reales o no también. Algunos compañeros pensaban que buscaba algo con Karla sólo para ser de los que cuentan sus cosas mientras los demás miran con caras de idiotas esperando poder igualar esas hazañas. Pero eso no era cierto. Después de todo, si quisiera, podría inventar cualquier cosa y mis pláticas serían iguales o más interesantes que las de los demás, pero no tenía necesidad de ser el centro de atención a costa de la chica por la cual sentía tantas cosas bonitas.

-          Oye borreguito – me susurraba Karla, mientras daban los comerciales previos a la película, en el cine
-          Dime, pastorcita – contesté, dulcemente.
-          ¿Pasa algo, borreguito? – Esta pregunta había sido escudo de Karla en los últimos días.
-          ¿Algo?
-          Esta última semana te he notado un poquito raro
-          ¿Raro?
-          Como si no quisieras contarme algo – dijo, haciendo un puchero con el cual se le veía hermosa.
-          No, para nada ¿Por? – empecé a temblar un poco ya que ahora sabía que ella se había dado cuenta que algo ocultaba…
-          Estás más recatado conmigo… Siento que ya no me tienes la confianza de antes
-          ¡Al contrario, pastorcita! – dije, un poco alto para estar en un cine – Soy tan feliz contándole de todo… Después de todo, ¿Cómo no contarle cosas a la chica que me recordó el por qué de mi felicidad? Debe ser su imaginación.
-          Hazme creerte, borreguito – sonrió al decir esto - ¡Eres el mejor! – Volteó su cuerpo para abrazarme, aún sentada, y darme un beso muy tierno.

El resto de la película sólo podía pensar en lo que me había dicho Karla al principio. No es que yo quisiera ocultarle algo, pero tenía miedo de ser rechazado. Cuando salimos del cine, ese viernes, fue ella quien terminó, prácticamente, contándome lo que vimos ya que, gracias a mi cerebro, yo no le había tomado atención al film.

Esa noche, antes de ir a dormir lo decidí; decidí comentarle a Karla sobre mi interés por iniciar algo más en nuestra relación. Tal vez mañana mismo se lo diga o, tal vez, deba esperar la situación y actuar sin usar la palabra. La última opción me parecía mejor, no tendría que hablar y, suponía, un impulso se responde con otro impulso.

La mañana del sábado tuve la situación perfecta para aplicar mis pensamientos de la noche anterior y, como es lógico, iba a proceder sí o sí.

Los padres de Karla iban a salir todo el día y, por ende, Karla iba a estar sola hasta la noche y yo, planeaba, iba a pasarla con ella de la manera en la que había estado tramando desde hacía días. 



Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto

1 comentarios:

Alejandro Céspedes dijo...

Es malo arruinar una película por libido.