¿Quieres ser amigo de Joseph también?

¿Cuántas personas han visitado a Joseph?

¡Visita a Joseph en Facebook también!

Con la tecnología de Blogger.
miércoles, 11 de mayo de 2011
Me acerqué a Karla, era imposible haber olvidado todo eso, pero, por alguna razón, lo hice. Lo primero que se me ocurrió fue que había decidido auto-eliminar ese recuerdo porque pensaba, en ese momento, hace años, que no la volvería ver; pero el momento había regresado y, cuando las primeras lumbreras aparecieron salpicando el azul cielo, sentía que había estado, inconscientemente, deseando este momento por muchos años; la miré a los ojos y ella sonrió. La tomé entre mis brazos, sabía que no quería soltarla jamás y pude sentir viva la llama que nunca se apagó después de tantos años mientras la besaba con una pasión que no había experimentado en toda mi vida.

Habían pasado ya muchos años. Sinceramente nunca pensé que regresaría. Posiblemente Karla tampoco pero, después de este encuentro, nos dimos cuenta que esto era lo que más deseábamos.

-          ¡Entonces te quedas hoy!
-          ¡Sí! ¡Hay barbacoa en el patio trasero!
-          Eso sólo significa una cosa…
-          ¡Noche entera de películas! – gritamos a la vez.

Nuestras familias eran muy amigas desde que teníamos uso de razón y tanto Joseph como yo, con sólo seis años de edad, éramos ya muy unidos. Él, pensaba, era, junto con mi familia, la personita de la cual nunca iba a alejarme y, sólo porsiacaso, “Nunca abandonaremos al otro” era la promesa que habíamos jurado antes de tomar, de dos pajillas, una botella de Fanta hacía un año. Lastimosamente la promesa habíamos hecho se tendría que romper, ya que él se iría para siempre, muy en contra de su voluntad.

Tres días antes de su partida al Perú, mis padres me dijeron que nuestros vecinos iban a viajar allí. Yo estaba algo ansiosa por  que sabía que Joseph iba a conocer un lugar nuevo; además tendría mucho que contarme cuando regrese; era toda una aventura.

Dos días antes de su partida al Perú hubo una gran fiesta mi casa, autoría de mi papá, por motivo del viaje hacia América del sur. Esa noche Joseph estaba muy emocionado y, aunque sentía que iba a extrañarle mucho, no iba a ser para siempre y cuando regrese tendría mil y una historias fabulosas sobre un país totalmente desconocido. Pasamos una noche muy divertida corriendo por toda la casa hasta que ambos quedamos dormidos en mitad de la escalera, estábamos, como decían nuestras madres, "como dos angelitos", mientras Joseph me abrazaba, recostando mi cabeza sobre su pecho para que no toque el frío del piso.

Un día antes de la partida de Joseph, crucé la pista que separaba mi casa de la suya, para ir a buscarle, pero antes de tocar la puerta unos sollozos al otro lado de la pared hicieron que me detenga. Era Joseph, él lloraba en el patio de su casa.

-          ¿Joseph? – pregunté.
-         
-          ¡Joseph! – grité – Te he escuchado llorar… ¿Qué pasa?
-          Nada… - dijo, para seguir sollozando después.
-          Joseph… Quiero verte…
-          No…
-          Joseph… - me puse muy triste, pensé que él ya no quería saber nada de mí y, justo cuando me disponía a llorar, la puerta se abrió.

Frente a mí había un Joseph que, aunque me lo negara con los labios, los ojos inyectados me decían que llevaba mucho tiempo llorando.

Mi boca temblaba y mis mejillas se humedecían cada vez más. La noticia que Joseph me había dado era más que destructiva para mí, y, sabía, también para él. Esto no era posible.

Esa misma tarde me encontraba con él, en el jardín trasero de mi casa, pensando en alguna solución; Joseph se iba a ir al Perú para siempre, y ni él ni yo queríamos eso. Habíamos prometido estar juntos y nunca separarnos; eso era algo que ni él ni yo queríamos romper.


Cuando la conocí, no sabía que la distancia significaba tanto

1 comentarios:

Alejandro Céspedes dijo...

Distancia: Arruina vidas.