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lunes, 9 de septiembre de 2013
 Ho… Hola – tartamudeé. Traté de regresar el alma al cuerpo –. Nunca antes te había visto, ahora que me pongo a pensar.
Es cierto – abrió la reja que tenía en frente –, pero siempre hay una primera vez.

La miraba. Ahí estaba Maggi, un año mayor que yo, con una sonrisa perfecta y unas ondas en el cabello que adornaban las forma de su rostro. Por otro lado, claro, estaba yo... algo sudado por los nervios... no sabía si eran por conocerla o porque casi me asaltan.

Nos quedamos en la puerta de su casa. Hablamos mucho y de muchas cosas. Creo que la conversación estaba tan entretenida que ni ella ni yo nos preocupamos por entrar. 

Tras un tiempo que se escurrió entre mis dedos, decidimos ir a caminar un rato. Al principio me opuse; me daba miedo encontrarme con algún tipo que quisiera que le pague a su hermano... pero, claro, tenía que mostrarme valiente ante ella. No sé cómo llegué a esa conclusión... después de todo, ella no sabía de mi encuentro con el maleante, así que no había nada que demostrar. 

La noche era agradable, era lo único que me gustaba del verano... el ambiente era fresco; como estábamos relativamente al mar, la brisa refrescaba y, como un plus, secaba el sudor de mi pecho y espalda.

A esas horas ya era posible escuchar el chirrido de los pequeños grillos, los cuales adornaban, con musicalidad, los jardines vecinos.

No sé qué tanto hicimos, no sé qué tanto hablamos, pero luego de una vuelta a la izquierda y otra a la derecha, compramos un helado. 

Cuando me perdí en sus labios, se hizo tarde. No podía quedarme más tiempo ya que la noche cayó cuando recién había llegado y no era buena idea llegar muy tarde a casa.

Otra vez estábamos bajo el umbral de su puerta. ¿¡Pero cómo podría ser tan genial salir con alguien!? Aun ahí, con una chica increíble, pensé en Sol. La extrañaba mucho... 

Cuando me despedí de Maggi, antes de que la reja se cierre ante mí, la miré. Pensé, otra vez, en lo que me preocupaba de verdad; me dolía demasiado que las cosas con Sol no fuesen así. Cuando veía a mi novia tenía que ser a escondidas y por un tiempo algo más que limitado. Me quedó clarísimo que iba a poder ver a Maggi cada vez que quiera... una diferencia abismal con Sol, la verdad. 

Es un problema que la vida no se acomode a ti; aunque Maggi era muy bonita, linda y encantadora, mi relación y mi vida estaban con Sol, a quien sólo puedo ver a escondidas escasas veces. Pero, sí, los días al lado de Sol eran tan mágicos como fugases. Tal vez eso lo haría más bonito al final; esos grandes huecos harian que nos extrañemos y que cada reencuentro sea mágico... así, tal vez, cuando las barreeras de la prohibición sean tumbadas, nuestra libertad sería tan eterna como el tiempo que podríamos estar el uno con el otro sin escondernos de nadie.

Esa noche dormí aferrado a esa idea.



Cuando la conocí, no sabía que ella iba a sentirse sola

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