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lunes, 23 de septiembre de 2013
Me encontraba en un cuarto oscuro con Sol. Mientras la fiesta de cumpleaños tenía lugar en el primer piso, Michael, Tania, Sol y yo estábamos en el segundo conversando de cosas que sólo nos interesaban a nosotros. Luego jugamos verdad o reto. Cuando Sol y yo elegimos, juntos, cumplir un reto, debíamos estar en ese cuarto por dos minutos. Típico “castigo” infantil… ninguna preocupación.

Sol se sentó en la cama y yo me senté en el piso, reposando contra la pared, justo frente a ella.

    Te extrañaba mucho —le dije sin mirarla, puesto que la negrura de la habitación me lo impedía.
    Es difícil vernos —oí la voz de Sol— Las cosas en mi casa no van muy bien.
    No importa —respondí. La verdad no sabía qué decirle con respecto al problema de sus padres.
    A veces siento que soy muy pequeña para ti.
    ¿Cómo pequeña?
    Pues —suspiró— mira nuestra relación… si nos vemos una vez por semana estamos de suerte.

No estaba muy seguro de la respuesta correcta en esos momentos, pero atiné a recurrir a la ternura y la nostalgia; escribí un mensaje de texto en mi celular y, sin enviarlo, lo tiré a los pies de la cama. Las pobres siluetas que diferenciaba en la oscuridad me dijeron que ahora mi teléfono reposaba a los pies de Sol. Ella recogió mi celular.

“No t rindas. No c como ayudar pero te akompañare siempre” era lo que decía.

Vi la cara de Sol iluminada por la luz de la pantalla. Luego pude ver todo lo demás; Tania había entrado a la habitación y había prendido la luz.

    Tampoco tenían que quedarse toda la noche aquí —dijo la recién llegada con una sonrisa.

Salí de la habitación dejando a Tania y Sol atrás. “Pensé que estaban haciendo cositas”, fue lo que oí decir a Tania, a lo lejos.

Suspiré. Pensé en lo que me había dicho Sol… ¿Era muy pequeña para mí? ¿Por qué seguía conmigo si le parecía una mala relación? ¿Podría solucionarlo de alguna manera? ¿Las cosas con sus padres tenían algo que ver? ¿Por qué Sol no podía tener la libertad que, por ejemplo, tenía Maggie? ¿Cómo podía…? Las incógnitas mentales fueron interrumpidas por un brazo en mi hombro. Me di la vuelta y Sol me entregó mi celular. Se veía algo triste…

    Después de todo —empezó— no me he equivocado… Soy muy niña para ti.
    No eres muy niña —respondí, tratando de esbozar una sonrisa— Está bien.
    Yo sé que no estás cómodo con alguien como yo —mientras hablaba cosas que se me hacían difíciles de procesar, miré la pantalla de mi celular; tal vez me haya respondido el mensaje— me dejarás por alguien que llene todas mis carencias. Me dejarás por alguien con quien no tengas que rezar para poder ver.

Entendí perfectamente lo que Sol quería decirme. La prueba más grande, creo yo, era la pantalla de mi celular que mostraba mi bandeja de entrada, llena de mensajes de Maggie.

Sol continuó con un pequeño discurso en el cual la idea de una futura relación con Maggie, como la persona con la que me quedaría luego de rechazar a mi novia debido a la pequeñez de Sol, se hizo presente e, incluso, algo imperativa. Y así, pues, tras un “mis libertades no son las que tú necesitas”, Sol terminó la relación.

Los días siguientes, la frecuencia con la que hablaba con Tania aumentó. Ella era la mejor amiga de Sol…

Tenía que ayudarme a recuperar al amor de mi vida…
Tenía que…
Tenía….

Luego de algunas semanas, luego de los lloriqueos en mi habitación, de los puñetes a mi almohada y de los insultos a la nada, comprendí algo que parecía ocultarse de mí (y por mucho tiempo): Sol no terminó conmigo porque era pequeña; ella se sentía sola y yo nunca fui un apoyo.

Tal vez ella sabía, o quizá no, que Maggie no era más que una amiga. Sin embargo, Sol tenía que lidiar con sus padres, un poco conflictivos, sola, sin mí. Pero, claro, aun sin querer, terminaba por restregarle en la cara lo mucho que veía a Maggie… “¿Por qué yo no puedo verte tanto?” —pensé que aquella pregunta invadía las noches de la pequeña Sol.


Y yo la dejé sola.



FINAL DEL SEXTO CAPÍTULO


Cuando la conocí, no sabía que las influencias eran tan poderosas

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