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lunes, 5 de septiembre de 2011
-          Pues espero y esta vez me tengas más al tanto de la historia.
-          ¿Qué historia?
-          Pues siempre tienes una historia interesante para contar en tus relaciones
-          Qué payaso… - le miré algo incómodo, aunque sabía que era un chiste – Esta relación será normal, tío… - le respondí, comiendo el último bocado de gelatina que había en mi plato – Sol tiene doce años, y por lo único que debo preocuparme es por sus padres que son un poco sobreprotectores.
-          ¿Te parece poco?
-          Serge…
-          ¿Dime?
-          ¿Te vas a comer ese trozo de gelatina? – señalé su plato – Hace rato está que me mira.
-          ¡No toques mi gelatina!

Pasó casi una semana para que pueda volver a tener noticias de Sol. El día en el que por fin pudimos hablar, me contó que estaba algo triste porque sus padres tenían muchos problemas. Habían reñido más que de costumbre y, al parecer, estaban en una especie de proceso para separarse. En esos días de desesperación en los cuales las parejas explotan y no llegan a un acuerdo, a su  madre le vino un ataque de locura y desconectó el cable de red, que proveía de internet a la casa, por varios días para apaciguar su ira, dios sabe por qué.

Ataques de locura como el anterior citado por parte de su madre empezaban a ser algo frecuentes; las riñas con la misma Sol y los cambios de ánimo repentinos tampoco eran raros. Las peleas con su esposo aumentaban y, en resultado, la afectada terminaba siendo Sol ya que no había con quién más desquitarse.

¿Por qué no podían llevarse bien? O sea, si decidieron estar juntos era por algo… Tal vez si vieran el mundo con otros ojos… Yo sentía que, sea con quien sea que termine estando el resto de mi vida, nunca me separaría de mi pareja.

De todas las riñas y desquites que tenían sus padres, de lejos, el que fue más significativo para mí fue el de “No me gusta ese muchacho… No lo veas más” refiriéndose, obviamente, a mí. No era, tampoco, que ellos supiesen que andábamos de novios… Para sus padres no era más que un amigo.

Pasaron algunos días para que pueda volver a salir con Sol, pero esta vez ideamos un plan. Le esperaría a la salida de su colegio a, aproximadamente, una cuadra de la puerta principal para evitar sospechas. Ella saldría con una amiga, como si se fuesen juntas y, luego, Sol se iría conmigo a pasear por ahí. Eso funcionó una vez, tal vez dos, hasta que la amiga de Sol pretendía cobrarme por “los servicios”.

Por otro lado, los fines de semana podíamos contar con una excusa para vernos; Sol salía con Tania y, mientras ella veía a Michael, Sol se vería conmigo. No era por mucho tiempo pero yo era feliz.

El segundo sábado de diciembre Sol pudo venir a mi casa.


Cuando la conocí, no sabía que ella se iba a sentir sola

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