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martes, 22 de febrero de 2011
Corrí a la puerta del salón a toda velocidad. Samantha y Vania deberían llegar en cualquier momento, sea donde sea que se hayan metido durante el recreo. Los alumnos pasaban y no había rastro de las dos chicas. Eso no importaba, estaba firme en la puerta y no había nada en el mundo que me haría mover un solo músculo hasta que llegasen las chicas.

Corrí en dirección al baño. Estela estaba llegando al salón y tenía mucha vergüenza de verla. Me miré al espejo y pensé que tal vez no era muy tarde, la carta sería entregada después del recreo. Este era el momento; debía regresar al salón y apoderarme de la carta antes que Estela

Regresé con lo poco que me quedaba de aliento al aula y pude ver a Samantha y Vania en la parte posterior, cuchicheando algún chisme de seguro, mientras reían.

-          Ustedes… Dos… - les hablé muy agitado – las he… Estado… Buscando… Uf… todo el recreo… Uf… ¿Dónde se habían Metido?
-          No hemos salido del salón, lindo – contestó Vania.
-          Hemos estado aquí conversando sobre algunas cositas – intervino Samantha.
-          Mi carta… La carta… – dije retomando el aliento - ¿Dónde está la carta para Estela? La quiero de vuelta – tras decir esto un rayo de esperanza llenó mi interior. Sentí que Piero podía llegar a ser el mejor basketbolista del colegio.
-          Muy tarde, ricura. – contestó Vania – Si ves a tu derecha, Milagros se la está entregando a Estela.

Era ese momento o no era nunca. Salté sobre una carpeta para poder ganar impulso y arrancharle la carta de las manos a Estela. Todo estaba calculado, hasta que Milagros se dio la vuelta para ir a su sitio y sólo conseguí embestirla.

Todo el salón tenía la mirada plantada sobre mí y la casi inconsciente Milagros.

-          Disculpa. – le dije a la chica que yacía debajo de mí – Solo quería recuperar algo que es mío
-          ¡Tonto! – chilló ella - ¡¿No puedes tener más cuidado?! Te hacía un favor al darle tu cartita a Estela.

“Tu cartita”. Esas fueron las palabras que desataron una guerra campal en el aula de clases. Los alumnos se dividieron en dos bandos. La lucha por la “cartita” de Joseph había comenzado. Una mano arranchó la carta de las manos de Estela.

-          Disculpa, Estelita. – dijo Karina con la carta en las manos – No puedes leer esto
-          Tú tampoco. – interrumpió Erik, un chico algo rechoncho – ¡Esta carta es de Estela! – grito mientras arranchaba la carta de las manos de Karina.
-          ¡Pues eso lo tiene que decidir Joseph! – ahora quien arranchó la carta fue Serge.
-          ¡Si ya fue enviada es por algo! – gritó Anthony mientras se abalanzaba sobre Serge arranchándole la epístola.
-          ¡Hey Anthony! Pásame la carta para dársela a Estela – ordenó Katty al verlo en el suelo peleando con Serge.
-          ¡Claro! – obedeció él entregándole el escrito, dándose cuenta que tirado en el suelo no iba a poder llegar donde Estela
-          ¡Joseph! ¡Tengo tu carta! – avisaba Katty acercándose a mí.
-          ¡Traidora! – se quejó Anthony
-          ¡¡Nunca!! – esta vez Angélica tomó la carta de la mano de Katty para dársela a Estela.
-          ¡Es mía!
-          ¡Ahora no!
-          ¡¡Joseph!!
-          ¡La tengo!
-          ¡No lo conseguirás!
-          ¡Dame eso!
-          ¡Muy tarde!
-          ¡¡Estela!!

“Mi cartita” fue pasando de mano en mano por casi 10 minutos. La mitad del salón quería devolverme la carta para que yo tome la mejor decisión. La otra mitad dársela a Estela, ya que ella era la destinataria. Entonces pasó. Alguien, en su afán por pasarle la carta a un aliado, la lanzó por la ventana. Al parecer todo había terminado de una manera muy simple; me senté en mi carpeta. El profesor llegaría en cualquier momento y el asunto de la carta sería olvidado para siempre.

No fue así.


Cuando la conocí, no sabía que, en verdad, nunca iba a conocerla

1 comentarios:

Johanna dijo...

hahahahaa XD pobre niña embestida