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lunes, 22 de diciembre de 2014
No pasó mucho tiempo para conocer a Paloma. Y, como todos en este mundo lo esperábamos, metí la pata… las cuatro.

Me encontré con ella en Tottus de la marina, más o menos a las cuatro de la tarde. Ella salía del colegio y yo, pues, supongo que falté a alguna clase de la universidad. Fue  en ese momento que me di cuenta; los uniformes de colegiala me ponían mucho… demasiado.

No sé cómo empezó todo, la verdad… o sea, sí, nos besamos en algún momento… pero el cómo se dio es algo que nunca tuve muy claro. Es probable que haya empezado yo, ¿no? Después de todo, lo que sí sabía era que para ese entonces mi cuerpo se estimulaba muy rápido. Y sumado al uniforme de colegio…

Luego de un par de horas de pasión y roces de piel, aquella chica que perdía la virginidad una tarde de invierno, se vestía para volver a casa.

¿Debía contarle a Veru? Era casi la misma situación que ya había vivido con Sandra y Danila hacía ya muchos años… No, no… no iba a ser igual. Veru no se enteraría jamás de lo ocurrido… no le diría nada. Sí, la última vez, la había jodido porque le conté a Danila mi infidelidad… esta vez no sacrificaría mi relación por una estúpida verdad, no sacrificaría mi felicidad por ser sincero… por lograr un poco de paz interior a costa de Veru.

Por la noche, tuve algunas incógnitas mentales… pero fue la primera vez en toda mi vida que decidí ignorarlas y, tras unos minutos, las deseché en algún rincón olvidado de mi ser; Veru no se enteraría jamás de lo ocurrido y sería feliz. Sólo tenía que evitar ver a Paloma si es que la culpa empezaba a consumirme. Aquella noche dormí con una sonrisa. Una sonrisa amplia.


La segunda vez que engañé a Veru con Paloma no sentí que era tan basura como la tercera vez que lo hice. Esa tercera vez, Paloma me hablaba sobre un posible futuro juntos y que le gustaba mucho… definitivamente, había superado la barrera del «engañar» hacia un «jugar con las personas», puesto que ni Veru ni Paloma sabían de la existencia de la otra.

Con los días, las palabras de Paloma se hicieron más cariñosas, más de pareja… y yo, pues… yo… no era capaz de decir la verdad; yo ya no tenía el control de la situación, y esto podría degenerar en peores cosas…

La primera vez que decidí ser un hijo de puta con todas sus letras fue unos días después de la quinta o sexta vez que engañé a Veru.

    Sí, claro que sí —respondió Paloma.
    Qué felicidad —respondí. Aunque por dentro, todos y cada uno de mis órganos y vísceras se contorsionaban de inconformidad; tenía la vaga esperanza de recibir una respuesta totalmente opuesta.

Como no podía ser de otra forma, le pedí a Paloma que fuese mi novia, y ella, claro, me dijo que sí. Después de todo, Veru estaba en otro país y no había forma de que descubriese una mentira que ya desde hacía mucho tiempo, se me había escapado de las manos.

Dos novias. Siempre pensé que era una situación complicada… existe una gran diferencia entre engañar a tu novia, y tener dos novias, ¿no creen? En la primera situación, la clandestinidad hace que todo sea más llevadero y fácil de controlar. Después de todo, es muy complicado que «la otra» se sienta orgullosa y se lo cuente a amigos y familiares. Sin embargo, si esa «otra», llega a ser tu novia, te metes un poco más en su mundo… es mucho más probable que amigos y familia sepan de tu existir en la vida sentimental de la otra persona… la clandestinidad se hace complicada, si es que no es imposible, y no sólo tienes que preocuparte de que tu novia no se dé cuenta de que la engañas… también debes preocuparte de que tu otra novia no se dé cuenta de que, a la vez, la engañas también.


Sin embargo, intuía que en mi caso todo sería más fácil ya que una estaba en otro país, así que me relajé bastante. Con los días, el plan parecía funcionar; veía a Paloma y hablaba con Veru. 


Cuando la conocí, no sabía que era un soñador

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