¿Quieres ser amigo de Joseph también?

¿Cuántas personas han visitado a Joseph?

¡Visita a Joseph en Facebook también!

Con la tecnología de Blogger.
viernes, 8 de noviembre de 2013
Hacía ya bastante tiempo que no veía a Serge. Cuando miraba a la nada mientras el profesor Ernesto explicaba una fórmula de trigonometría, decidí visitarlo luego del colegio.
Me parece que era geometría… bah, no importa.

    No mamá, no hay tareas —grité, desde la puerta.
    Estoy confiando en ti —respondió mi madre— ¡No demores!
    ¡Está bien! —cerré la puerta, pensando en que, tal vez, le haya mentido a mi madre con respecto a las tareas. La verdad, no recordaba si había o no tarea. Años más tarde creería que «si no hay recuerdos, no puede haber mentira».
La tarde pintaba bien; era primavera y una brisa fresca corría por las calles limeñas. El sol no quemaba (cosa que odiaba) y la sombra era abundante.
Esperé unos minutos en la puerta de la casa de Serge. Su casa siempre fue amarilla. En lo personal, odiaba ese color. Nunca se lo dije.
La puerta se abrió.
    ¡Hey! —me saludó con una sonrisa, desde el umbral de su puerta— Tanto tiempo sin verte.
Entramos a su casa. Por la puerta de su cocina. Nunca había visto a nadie abrir la puerta de la sala (demás está decir que tampoco vi esa puerta abierta en todo lo que tenía de vida). Subimos las escaleras para ir a su habitación. En la sala, el viejo reloj dio cinco campanadas, marcando las cinco de la tarde. Me quedaría hasta las siete de la noche, más o menos.
    Desde que empezaste con Sara no me hablas más que por MSN, tío —se quejó. Estaba jugando con una pelota de hule, sentado en la parte superior de su camarote. Él dormía ahí y su hermano abajo. La verdad, nunca había subido a la parte superior del camarote—. Y yo sé que habrá por ahí alguna historia, de esas divertidas, que tienes cuando estás con una chica.
    Pues, no sé…
    Habla. Ya vi tu cara.
    Ah, tío. Yo…
Suspiré, divertido. Era cierto; Serge tenía algo que hacía que me delate. Según me decía, le gustaban mis “historias divertidas” y cada vez que no quería mencionar algo, por más pequeño que fuese, el condenado Serge sabía que escondía algo (jamás supe cómo lo hacía). La verdad, en aquel momento, la “historia” no era lo más divertido del mundo… pero se la contaría. Después de todo, Serge me acompañó desde segundo de primaria, y ya estábamos en último año de secundaria. Incluso fue mi único apoyo cuando mi primer amor me rechazó.
Ay, Estelita… ¿Qué será de tu vida?
Sí, nos veíamos menos, pero parecía que el tiempo no pasaba.
    ¿Y bien? —abrió los ojos, como una madre que espera la confesión de la travesura de su hijo.
    Pues… —titubeé— para empezar, vive en Surco.
    Eso está lejos —miró de un lado a otro— ¿No?
    Sí. La primera vez que la vi, tomé cuatro carros y llegué en tres horas y media.
    ¡Pero qué tonto! —rio. Luego hizo una pausa y, aún con una sonrisa, me miró— ¿No pudiste preguntarle cómo llegar?
    ¿Qué te asegura que ella sabría llegar de San Miguel a Surco?
    Buen punto —se rascó el mentón—. Aun así, nada perdías preguntando.
    Iba a ser una sorpresa.
    ¡Eso lo cambia todo, Don Juan! —siguió con su buen humor. Me lanzó una risita cómplice.
    Tampoco le gusta el Helado —añadí, pensativo.
    Eso sí que es extraño.
    Algo. 
—  ¿A quién no le gusta el helado? ¡Cuidado, Joseph! No vaya a ser un extraterrestre —las manos de mi amigo agitaban los dedos frenéticamente, como queriendo asustarme luego de un cuento de terror. Y dijo, con una voz nasal, como si fuese un visitante de otro planeta:— En nuestro planeta, las cosas frías nos destruyen, terrícola.
Luego volvió a reír.
Quince minutos después, la risa de Serge se apagaría. Su rostro reflejaría la misma mueca de asombro e incertidumbre que tuve en la CHAMA hacía unos días cuando Sany me contó un pasaje de su niñez.

El día que descubrí por qué a Sara, Sany, la Bufoncita, no le gustaba el helado no supe qué decirle. Me relató una pequeña, casi tanto como ella a los cinco años, y triste historia.



Cuando la conocí, no sabía que las influencias eran poderosas

0 comentarios: